Imagen imagen9s
Columna

¿Qué es el Estatuto Federal?

"...aceptar por aceptar lo que no funciona no es aceptable, menos aún cuando el ‘statu quo’ es el de un estrés latente que nos limita en nuestras aspiraciones como colectividad"

El federalismo no es un membrete. Las opiniones favorables o contrarias son rara vez razonadas, sea para desdeñarlo por considerarlo sinónimo de separatista, o, alternativamente, por ser necesario para sobrevivir como país. Muchos escépticos del federalismo son, al mismo tiempo, fuertes críticos del centralismo: de su ineficiencia, inequidad, desperdicio y corrupción. A quienes argumentan que el federalismo no es viable en el Ecuador por la pobre capacidad administrativa de los gobiernos locales hay que preguntarles si acaso esta va a mejorar en el próximo siglo bajo la tutela del centralismo que se apoda unitario pero es, en realidad, lo contrario. No es argumento válido decir que en los países latinoamericanos nominalmente federales las cosas no funcionan, y desechar por utópica la posibilidad de estudiar y aprender por qué los regímenes federales son la forma de gobierno en los países más desarrollados y prósperos. Dicho de otra forma, aceptar por aceptar lo que no funciona no es aceptable, menos aún cuando el ‘statu quo’ es el de un estrés latente que nos limita en nuestras aspiraciones como colectividad.

Si ha de existir federalismo en Ecuador, este deberá acomodarse a un pacto social renovado pero que conservará la identidad del país. Quito seguirá siendo la capital; seguirá habiendo Fuerzas Armadas, embajadas, los poderes Ejecutivo y Legislativo, y la Administración de Justicia. Todos los ecuatorianos podrán hacer sus negocios grandes o pequeños; los bancos seguirán operando a nivel nacional; los talentos empresariales de mayor talante se impondrán; habrá una Tri y deportistas laureados. Seguiremos hablando español, usando el dólar, yendo a misa o al templo. Las carreteras no tendrán palancas o aduanas. El federalismo no es el fin del Ecuador sino más bien su oportunidad para renacer como una sociedad ordenada, progresista y no asaltada por el resentimiento entre regiones o ciudades.

La querencia por lo local y regional es una extensión del sentimiento por la familia; es el hilo conductor de la historia compartida; de los ríos, montañas, y océanos que definen el terruño. Las manifestaciones culturales del microcosmos local definen la identidad. De la misma forma como los padres trabajan para sostener a sus hijos, los ciudadanos producen y pagan sus impuestos para que estos le sean devueltos en obras, escuelas y hospitales, en seguridad ciudadana, en sanidad ambiental y sitios de recreación, en agua limpia y calidad de vida. Cuando esos impuestos y recursos son administrados en una cuenta única, que es un instrumento para el abuso y la sinvergüencería fiscal, los personajes de un gobierno lejano se apoderan de las decisiones haciendo ostensible su poder, ejerciendo discrecionalidad y administrando dineros ajenos como que fueran “dineros del Estado”.

El Estatuto Federal, si ha de ser efectivo, debe comprender los compromisos y acuerdos que propendan hacia la libertad y enaltezcan el valor de lo local. Debe respetar la diversidad, fortaleciendo la autonomía que nace del ejercicio de la autoridad y la responsabilidad en cada recinto, parroquia, cantón y provincia. Es una forma alterna de pensar, contra corriente, y es lo que necesita el Ecuador.