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Corsi, ricorsi

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"No se trata de sacar promedios de bienestar o malestar, pero sí de mejor entender nuestra realidad y así poder interpretar un mundo que a ratos es incomprensible"

Toda acción tiene una reacción. Es una ley del universo y su aplicación permite entender mejor los procesos de la naturaleza. Siendo nosotros parte de la naturaleza, observamos que los ciclos de infortunio son seguidos por etapas de bonanza (y al revés); en el plano individual, la euforia da paso a la tristeza; en la política, el adagio de que “uno sabe con quién se acuesta pero no con quién se levanta” tiene manifestaciones universales; y la economía tiene sus ciclos conocidos de expansión y recesión. “No hay mal que dure cien años …”, es un refrán que encierra el principio de flujo y reflujo.

El universo contiene las distancias más grandes y los espacios mayores; las estrellas que lo pueblan superan los trillones y hay un sinnúmero de galaxias; las condiciones para la vida pueden darse aun cuando se trate de los denominados extremófilos que, en la Tierra, existen en condiciones inverosímiles. Las leyes de la mecánica de Newton nos presentan un conjunto ordenado, cuyos movimientos de rotación (cuando los hay) y de traslación pueden determinarse con alta precisión matemática. Al mismo tiempo, y oponiéndose a esta esfera de certidumbre, existe la incertidumbre del mundo subatómico, como lo estudiara y describiera Werner Heisenberg. Se trata de los principios elementales constitutivos de la materia: la órbita incierta de los electrones alrededor de los protones, el aparejamiento de las partículas y otras propiedades cuyo estudio desafía el entendimiento.

Y ¿qué tiene todo esto que ver con nosotros como individuos y como sociedad, en nuestra relación con el hábitat y el ecosistema? La respuesta más corta es: “todo”. Somos materia: “polvo” dice el Evangelio, “polvo de estrellas”, añaden los astrofísicos. Efectivamente, nuestro organismo es la suma de átomos. Requerimos, por ejemplo, para el funcionamiento de nuestro cerebro, mantener un balance electrolítico entre sodio y potasio (en relación de ocho a uno). Nos alimentamos de productos vegetales que requieren de la luz solar como fuente de energía para llevar a cabo la fotosíntesis que resulta en la producción de glucosa, el alimento de nuestro cerebro. Todo, pues, está vinculado y constituye el orden natural.

¿Qué ocurre entonces con el libre albedrío? Hay una clara pugna entre quienes sostienen que somos libres y quienes nos adjudican la “estocasticidad inconsciente de nuestras reacciones” esto es, de los procesos probabilísticos que dominan nuestro carácter, sentimientos, actos y gustos. El fundamento de la arquitectura biológica, el ADN y las cadenas de proteínas asociadas están compuestos por átomos, por lo que debemos navegar con la corriente del ‘corsi recorsi’, a sabiendas de que la alternativa, contra corriente, no existe.

Toda sociedad es la suma de los individuos que en ella interactúan y es posible extrapolar la suma de las condiciones individuales al colectivo. La obra humana se erige con pactos de convivencia, leyes, instituciones de gobierno y tradiciones pero, por encima de todo ello está la familia y el individuo. No se trata de sacar promedios de bienestar o malestar, pero sí de mejor entender nuestra realidad y así poder interpretar un mundo que a ratos es incomprensible.