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Afganistán: Hubris y Némesifra

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Es una dura lección en sabiduría, pues las naciones, cuando existen, ¡ni se compran ni se venden!

Según el diccionario etimológico - no el de la RAE que a ratos sorprende por ignorar palabras útiles - “hubris”, palabra de origen griego, describe una característica personal, fatal, de extremo orgullo y autosuficiencia. Es la soberbia de Aquiles descrita por Homero en la Ilíada. Némesis es la diosa de la justicia redistributiva y, en la tradición griega, es el oponente que no puede ser vencido, la fuente de ruina, la fuerza que vence al héroe trágico que no reconoció sus limitaciones y traspasó las fronteras de su circunstancia.

Las simientes de la sabiduría, es también cierto, están en los reveses; en el proverbial “caer y volverse a levantar” luego de sufrir las consecuencias y hacer propósito de enmienda. Es una lección que la historia le pasa a los “halcones” americanos luego de veinte años de guerra en Afganistán, con más de una centena de miles de muertos y heridos de todos los lados, y trillones de dólares malgastados. Concluye así un episodio más de los protagonistas que, desde los tiempos de Alejandro Magno, pasando por los mongoles y por los británicos y soviéticos en los últimos dos siglos, intentaron dominar ese escondido rincón enclaustrado entre los Himalayas, Irán y Paquistán; lugar poblado por los arios originales y conocido por su producción de heroína (a partir del procesamiento de la flor de la amapola) que constituye una importante fuente de ingreso para los campesinos y narcotraficantes al ser exportada a los mercados de Europa.

Afganistán es una sociedad islámica fundamentalista hoy reconquistada por los talibanes; son los lectores del Corán, el libro que “es”, cuyas Suras (mandamientos) norman todos los detalles de la vida humana, convocando a la yihad, la guerra de conquista y sumisión, y al encuentro del paraíso que, para los varones, promete la redención carnal con 72 vírgenes.

¿Cómo se puede instituir una república democrática y una sociedad “moderna” con todas las libertades impías que ello representa para la cultura local? La respuesta es enfática: ¡no se puede! y queda probado una vez más. Los neoconservadores americanos estaban decididos a construir una nación en una sociedad conformada por tribus en las cuales los órdenes jerárquicos son rígidos y, en ese escalonamiento, trágicamente, ¡las mujeres están en el último peldaño!

Trump inició la retirada. Es una interpretación amable de su eslogan “America First”. Biden, quien desde sus inicios estuvo opuesto a estas aventuras, tomó además en consideración que tres de cada cuatro opiniones son concordantes con que había que terminar la guerra más larga. Optó por cortar por lo sano, pero su estrategia de retirada le salió enteramente chueca pues el famoso ejército afgano, construido a lo largo de veinte años, resultó ser una fuerza de reservistas de los talibanes y los políticos fueron los primeros en desertar. Las mujeres quedaron atrás, condenadas a la “burca” que las cubre totalmente, pues anónimas son sus vidas en un medio misógino de dominación y violencia.

Es la historia sin fin cuyas lecciones pasan la cuenta a quienes la ignoran. Es el orgullo herido y la soberbia conquistada por su némesis. Es una dura lección en sabiduría, pues las naciones, cuando existen, ¡ni se compran ni se venden!