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Quito y el federalismo

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"Las contribuciones de impuestos que hace Quito al centralismo, al igual que las de Guayaquil y otras ciudades, son un múltiplo de lo que reciben"

Las reacciones que percibo en la capital respecto del federalismo van del abierto escepticismo a crisis anafilácticas. Los doscientos años de historia pesan al punto que, cualquier tesis que desafíe el ‘statu quo’, es inmediatamente calificada como divisionismo y regionalismo. La defensa cerrada argumenta que lo que se pretende es romper un canon inquebrantable: el del Estado unitario, centralmente administrado.

Ser la sede del poder político y tener la capacidad para maniobrar el poder económico son también factores determinantes de estas actitudes defensivas que hoy se topan contra una enorme realidad: ¡el centralismo tiene de rodillas a la capital! El déficit fiscal del Municipio de Quito, un espejo de lo que ocurre en el MEF, podría alcanzar los $ 500 millones hasta fin de año, cifra que es insustentable. Añádase a ello la caída de los ingresos propios y la vigencia de un modelo administrativo que mantiene contingentes inagotables de dependientes en un sinnúmero de empresas municipales de dudosa eficiencia; es un modelo que ha comprometido más de la mitad de sus recursos operativos en un solo proyecto -el costoso e inviable metro capitalino- en un entorno económico asolado por la ralentización de la actividad económica, agravado hoy por la pandemia.

La economía quiteña es más dependiente que la de cualquier otra localidad en el gasto corriente gubernamental. Esto se deduce del hecho de que los burócratas contribuyen el 12 % de los impuestos recaudados en la capital (cifra que, a nivel nacional, representa el 4 % del total). Pero Quito es mucho más que un conglomerado de burócratas. Hay empresarios, emprendedores y profesionales sofisticados; los servicios financieros son los de mayor cobertura; han incursionado y aprendido a competir como exportadores en el mercado de las flores y lo podrán hacerlo con otros productos como el café; generan energía eléctrica; son gestores de algunas de las empresas industriales, de construcción y de servicios más grandes e importantes del país; la clase media está más firmemente implantada que en otras regiones; poseen un enorme potencial turístico; y son la sede de algunas de las más prestigiosas instituciones académicas del país.

Las contribuciones de impuestos que hace Quito al centralismo, al igual que las de Guayaquil y otras ciudades, son un múltiplo de lo que reciben por parte de gobiernos inútiles y depredadores que malgastan los dineros de los contribuyentes, arman bandas de delincuencia organizada y colman la paciencia de los ecuatorianos. Los dineros que constitucionalmente son de propiedad de los gobiernos locales y provinciales, malversados por el gobierno, son prueba plena de la ofensa del centralismo. La situación no cambiará entretanto se mantenga el mismo ordenamiento administrativo y financiero del país.

La territorialidad tributaria y la autonomía administrativa, principios fundamentales del federalismo, deben ser analizados desde la razón. Existe simbiosis entre Guayaquil y Quito, y sus economías son complementarias; hay, además, un amplio espacio para la solidaridad y la existencia de un Estado funcional. En ausencia de diálogo, sin embargo, no existirá el propósito de trabajar conjuntamente con todas las provincias por un Ecuador inclusivo en su diversidad.