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De los negocios y la economía celestial

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Estos cálculos asumen (1) que los datos escogidos son relevantes y se aplican a la medición, (2) que la metodología de análisis es la correcta, (3) que las mediciones son exactas, y (4) que esa es la última
palabra

Hay paralelismos insospechados entre los negocios terrenales y la vida eterna. Esto a propósito de la eventual venta del Banco del Pacífico, evento que da lugar a los más acalorados debates entre colegas economistas respecto de la valoración del banco. Son argumentos respecto, entre otros, del valor de los coeficientes beta, de las correlaciones entre indicadores exógenos y la definición de las series de tiempo. Todos los esfuerzos analíticos confluyen en pronunciamientos categóricos respecto de lo que debe ser el mínimo aceptable, y, de no ser así, alguien se está llevando un supuesto botín.

Yo soy escéptico de las proyecciones económicas basadas en análisis numéricos exclusivamente. Estos cálculos asumen (1) que los datos escogidos son relevantes y se aplican a la medición, (2) que la metodología de análisis es la correcta, (3) que las mediciones son exactas, y (4) que esa es la última palabra. La aplicación de los métodos cuantitativos a la disciplina económica es un instrumento de ayuda, mas no de medición exacta del valor de las cosas. Al final del día, la transacción de compraventa se dará o no, y el valor pactado -si se lo hace en condiciones de un mercado transparente, alejado de mañoserías y amarres- será el resultado de la oferta y la demanda. Si el banco ha pasado por una etapa de depuración y limpieza de activos hay que contemplar el efecto de “rebote” para saber si la medicina aplicada funcionó o no. El pasado del banco tiene muchas distorsiones producidas por la condición de ser una entidad manejada con el criterio político que se le impone a las entidades estatales; no es fiel guía de lo que será un futuro que, por necesidad, debe ser construido mentalmente.

El arte de los negocios demanda la misma imaginación requerida para fabricar la economía celestial. En el cielo no hay necesidad de trabajar para subsistir. Todas las riquezas y deudas materiales, incluyendo las peleas de los herederos, se quedan de este lado. Entonces, asumiendo que los seres celestiales también tienen preferencias en el más allá, existen, tal como lo argumenta uno de mis referentes, solamente dos opciones: o bien todo es gratis y los precios son igual a cero, o la oferta monetaria es ilimitada. El problema de tener todo gratis es que se rompen los paradigmas de la utilidad y de la escasez. Si todos los precios son iguales a cero, el ser celestial no puede maximizar su utilidad (y satisfacer sus preferencias) entre las diversas opciones de consumo; no hay forma de escoger y se violan las reglas de la razón que indudablemente deben imperar en el reino celestial. La única opción que queda es que los precios celestiales sean positivos y que la oferta monetaria celestial sea infinita. En ese caso, la inflación producida hará que las tasas de interés vayan eventualmente a cero, lo que en el contexto de la vida eterna es un resultado loable.

Los paralelos entre la vida eterna y los negocios terrenales son innegables. No hay forma exacta de determinar los valores. Los mercados no son instituciones que ofrecen equilibrio; en el mundo de los negocios y en las transacciones no hay certeza porque es el imperio de los riesgos y la incertidumbre. El barullo es político: pero no económico.