Francisco Rosales Ramos | Tráfico caótico

Es complejo el gobierno de la ciudad, pero las autoridades están obligadas a hacer cumplir la ley y las ordenanzas
La configuración geográfica de Quito es factor fundamental para las dificultades del tráfico vehicular, pero, al mismo tiempo, es razón fundamental para que los ciudadanos, y en especial los conductores, actúen con disciplina y estricta sujeción a las normas. De lo contrario el caos del tráfico en la ciudad será cada vez mayor, con la pérdida de tiempo, las angustias y violencia que genera.
Algunas inconductas describen mejor el fenómeno. Las motos, cada vez más numerosas, irrespetan toda norma: se cruzan entre los vehículos, hacen eses en la conducción, rebasan por ambos lados, y las luces rojas de los semáforos no existen. Los buses han convertido las calles y avenidas en pistas de carreras en las que se rebasan unos a otros para captar más pasajeros. No ha habido administración municipal que obligue a la caja única ofrecida por todos los alcaldes. En avenidas como la 6 de Diciembre y la 10 de Agosto confluyen varias líneas de buses privados, el trole, transporte público e incluso el Metro. Vehículos pesados que hasta hace poco solamente podían circular en las noches, hoy llenan las calles quiteñas. Los carros se estacionan en cualquier sitio con las luces de emergencia, sin importar el trancón a todo el tráfico. Las hormigoneras y camiones que abastecen a las construcciones obstruyen vías principales sin que nadie les observe. Y en las vías rápidas como la Simón Bolívar y la Ruta Viva, los camiones circulan a sus anchas por el lago izquierdo o el carril central, cuando están obligados a hacerlo por la derecha. Los baches y las luces descompuestas en estas vías agravan más los riesgos y el desorden.
Y todo lo anterior ante la ausencia de autoridad que imponga orden y respeto a las normas legales y reglamentarias.
Es complejo el gobierno de la ciudad, pero las autoridades están obligadas a hacer cumplir la ley y las ordenanzas. El cúmulo de secretarios, gerentes, directores y vigilantes que no cumplen con su responsabilidad deben dar paso a personas a quienes les duela Quito y que estén dispuestas a doblegar intereses particulares y políticos.