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Francisco Rosales: El peor enemigo de la dolarización

Avatar del Francisco Rosales Ramos

La ciudadanía se debe convencer de que no es posible una salida ordenada del dólar

Es el desequilibrio o déficit fiscal, esto es que los gastos excedan a los ingresos. Y, lamentablemente, esa ha sido la realidad en Ecuador desde 2014, con algún año que confirma la regla.

Como es conocido, el déficit se cubre de dos maneras: el endeudamiento público -el país tiene actualmente una deuda de más de 60 mil millones de dólares- y el retraso en los pagos del Gobierno, que rompe la cadena y trastorna a la economía.

El crecimiento de la deuda pública externa ha sido vertiginoso: de 20 mil millones en 2006 a 41 mil millones en 2017 y a 60 mil millones en 2023 (precios actuales). El nivel de la deuda ahoga las posibilidades de crecimiento y exige permanentes aportes adicionales de los ciudadanos mediante impuestos, tasas o “contribuciones especiales por esta sola vez”. Todo irá a un saco roto mientras no se enfrenten con realismo y valentía los problemas de fondo.

El gasto público total excede el 40 % del PIB, lo cual es insostenible. Aumentarlo con el crecimiento desordenado de subsidios y manteniendo entes y empresas públicas con la consecuente burocracia, es fácil y genera adeptos, pero rebajarlo es difícil y asusta a todos los políticos ecuatorianos que no se atreven a adoptar las políticas y medidas necesarias en las circunstancias

¿Por qué este esquema es el mayor enemigo de la dolarización? Porque los gobernantes populistas y desaprensivos siguen la fiesta irresponsable y recurren al endeudamiento ilimitado. Pero cuando éste no es posible por el riesgo país o porque los entes crediticios no confían en un deudor que ha incumplido reiteradamente sus obligaciones, se vuelven “creativos” para sacarle dinero al Banco Central y, en situación desesperada, a la emisión de ecuadólares por cualquier vía: bonos basura, dinero electrónico o figuras similares que serán un tiro en la línea de flotación de la dolarización que los echará violentamente con la consecuente catástrofe total.

La ciudadanía se debe convencer de que no es posible una salida ordenada del dólar.