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Francisco Rosales Ramos | Decisión necesaria

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También el subsidio ha beneficiado a los narcotraficantes y a la minería ilegal

La eliminación del subsidio al diésel es una medida valiente, necesaria y que merece el respaldo de la ciudadanía, tanto por el efecto económico, cuanto por el mensaje que lleva implícita.

Los subsidios a los combustibles, que se instauraron equivocadamente en 1974, han costado al país más de 80 mil millones de dólares a su valor adquisitivo actual, según A. Dahik. Físicamente se han hecho humo. Hay que reconocer que varios gobiernos no se atrevieron a hacerlo, o echaron atrás la medida, ya por demagogia, ya por miedo intrínseco, ya por debilidad política o ya porque creyeron que los regalos y los subsidios ayudan a sus ambiciones electorales.

El enorme subsidio al diésel ha sido un incentivo feroz para el contrabando a los países vecinos y a las embarcaciones marítimas. Cuando las diferencias de precio son muy importantes, no existe control capaz de evitarlo. Si en Colombia y Perú el diésel cuesta el doble que en Ecuador, las fronteras porosas han permitido el fácil tráfico a esos vecinos y se han convertido en modo de vida de no pocas personas. También el subsidio ha beneficiado a los narcotraficantes y a la minería ilegal, cuyos grandes equipos consumen altos volúmenes de ese combustible. El nuevo precio no eliminará estas perniciosas actividades, pero al menos no gozarán del subsidio estatal.

Varias medidas para reorganizar la situación económica y el desorden fiscal ha adoptado el gobierno de Noboa en los cerca de dos años que ejerce el poder: IVA al 15 %, gasolina extra sin subsidio, disminución de ministerios y secretarías, reducción de servidores públicos, extradición de delincuentes ecuatorianos, formalización de convenios comerciales, entre las más importantes.

Era esperable que se den reacciones y protestas. En algunos casos porque son sectores afectados y en los más porque han visto la oportunidad de oponerse a un gobierno que los ha arrinconado en el mundo político. Habrá que esperar el desenlace que dependerá en gran medida de la manera, a la par inteligente y dúctil, con que enfrenta el gobierno.