¿Volver a la “normalidad”?

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Desde ahora deberíamos empezar a pensar en el diseño del Ecuador que anhelamos para
los días que vienen.

Aceptando que una larga cuarentena es lo más lejano a lo que asumimos como normal cotidianamente, nada sería más trágico que intentar volver a la normalidad. Si algún beneficio hemos obtenido de la pandemia, es que nos ha revelado, desnudándolas, situaciones que no queríamos ver. Ahora sabemos que no era una tontería crear un fondo de contingencia, guardar recursos para emergencias como la actual y poder disponer de ellos sin depender de terceros. Claro que los que estaban en plan de gastar y gastar necesitaban todos los recursos para recibir los sobornos de lo que ellos llamaban acuerdo entre privados. Igualmente sabemos lo importante que es invertir en salud asumiendo precisamente que lo destinado a dicho sector no es gasto, es inversión. Por supuesto, siempre se van a requerir estructuras hospitalarias, pero únicamente construirlas no es invertir en salud, si simultáneamente no se genera en la población una mínima cultura de salud que en estos días se ha evidenciado ausente.

Ha quedado claro también que no podemos seguir con el control ‘ex post’ de la Contraloría y que el acabar con el Informe Previo fue una gran mañosería propiciadora de la corrupción. Por el estilo, de esa normalidad hay que huir y en consecuencia ya deberíamos estar preparando las reglas de juego que, vista la actual experiencia, deben ser abandonadas para la administración del futuro que, precisamente como viene duro, no puede estar sometido a la posibilidad impúdica de que intenten robar hasta en la adquisición de fundas para cadáveres o en los insumos médicos requeridos para salvar vidas.

Volver a la normalidad no puede significar continuar distrayéndonos en pugnas ininteligibles como la que sostiene la Fiscalía con la Secretaría Anticorrupción, o la alcaldesa con el COE, o etc., etc. Pareciera que los despojos de la nación siguen siendo suficientemente atractivos para quienes concibiéndolos como bienes públicos, los creen pertenecientes a un botín del que los servidores “públicos” pueden disponer a su antojo. En cualquier caso, quede claro que antes que volver a esa normalidad, cabe exclamar: “gran Pichincha prevén tu la muerte de la Patria y sus hijos al fin.” Sí, estimados lectores, no podemos volver a esa normalidad.