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El sentido del honor

Avatar del Francisco Huerta

"Ninguna crisis: política, económica o la que fuese nos debe hacer perder el sentido del honor"

En toda el Asia, no de manera exclusiva pero sí preponderante, se cultiva, o se cultivaba, el sentido del honor. Derivado de la antigua tradición heredada a partir de las enseñanzas de Buda y/o Confucio, el sentido del honor arraigó como una manifestación cultural que bien podría asumirse como idiosincrática.

Entre nosotros siempre estuvo como el alto valor y respeto que se le concedía a la palabra empeñada. Cervantes y Montalvo continuaron enseñándonos su culto, en voz de Don Quijote (“por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”), o en voz propia: “Desgraciados los pueblos donde los jóvenes son humildes con los tiranos, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo”.

Sin duda, muchas generaciones aprendimos, y aspiro a que las futuras sigan aprendiendo, del pensamiento rebelde de El Cosmopolita, de modo que no decaiga el sentido del honor en el Ecuador. Por supuesto, el sentido alto del honor, no el que lo rebaja a la calidad de pendenciero. Eso es otra cosa.

Y a propósito de diferenciar: ¿por qué estas letras sobre el honor? Primero, porque siempre es bueno sembrarlo en condición de honor nacional. Segundo, porque resulta necesario esgrimirlo frente a China y frente al mundo.

El honor nacional no depende del tamaño del país. China es grande y lo tiene para consumo interno pero, parece que no lo exporta en sus transacciones comerciales. El Ecuador es pequeño en extensión geográfica y ha dejado de cultivarlo con el ahínco de otros días, pero jamás podemos admitir que es un país sin honor. Por ello, pese a las escasez de recursos debemos intentar un gran esfuerzo nacional para poner a punto nuestra fuerza naval, respecto a la defensa de los recursos naturales, que de paso, pertenecen básicamente a las próximas generaciones. Así, la adquisición de un buque oceanográfico se vuelve prioritaria por la magnitud de los servicios que prestaría. Sería razón de orgullo que, vista la crisis, el pueblo ecuatoriano sume recursos para financiar su adquisición. El Orión ya ha cumplido. Además de investigar en la Antártida, hay que hacerlo en el Pacífico.