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Del dicho al hecho

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Sin duda, los países que fundaron las NN. UU. están muy lejos de la actitud y comportamiento de sus actuales miembros. Es imperativa su reforma

Pensando en la peligrosa situación que enfrenta el planeta, busco entre mis libros sobre el rol de las Naciones Unidas. Me encuentro con uno regalado por el embajador Leopoldo Benites Vinueza, cuando fui a pedirle consejo, dada mi designación como embajador del Ecuador ante las Naciones Unidas.

(Entre otros, me advirtió: Hay que torcerle el cuello al cisne de la elocuencia y en tono amable recordó: cuando comenzaron las NN. UU., el bloque latinoamericano era uno de los más fuertes, pero también el de las cotorras parlantes de Latinoamérica.)

El libro en mención es: Las Naciones Unidas al alcance de todos. Nueva York, 1960. Es grato volver a leer: “Bases esenciales de la paz. La URSS solicitó de la Asamblea General en su cuarto periodo de sesiones en 1949 que considerase un tema sobre la condenación de los preparativos de una nueva guerra y la conclusión de un pacto de cinco potencias para el fortalecimiento de la paz… Según fue aprobado por la Asamblea General el 1 de diciembre de 1949, la resolución declara que la carta de las NN. UU., el más solemne pacto de paz en la historia, había sentado principios básicos necesarios para una paz perdurable, que el desdén de esos principios es la causa principal de que continúe la tirantez internacional y que era urgentemente necesario que los miembros actuaran de conformidad con ellos. La Asamblea invitaba a todas las naciones a abstenerse de la amenaza o el empleo de la fuerza de un modo contrario a la Carta, y de toda amenaza o acto atentatorio a la independencia de cualquier Estado o que pudiese fomentar discordias civiles, así como a fomentar de buena fe los acuerdos internacionales… Exhortaba a los miembros a unirse plenamente en la obra de las NN. UU., y a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad a intensificar su cooperación y abstenerse de recurrir al veto. Finalmente solicitaba la cooperación para llegar a la reglamentación internacional de armamentos y de energía atómica”.

Sin duda, los países que fundaron las NN. UU. están muy lejos de la actitud y comportamiento de sus actuales miembros. Es imperativa su reforma.