Columnas

Combatir la impunidad

"Hay que tener una voluntad de hierro para no caer en el desencanto frente a tantos actos de impunidad, celebrados como victorias jurídicas"

Constantemente, quienes tenemos el privilegio de contar con medios de expresión para nuestra manera de sentir y pensar en relación a lo cotidiano y a lo trascendente de la vida nacional, nos preguntamos sobre cómo contribuir de mejor manera a la solución de aquellos grandes problemas nacionales que son temas que destacamos.

Así, trátese de medio ambiente o inseguridad, de corrupción o del progreso de las ciencias, en mi caso reflexionando sobre corrupción, que es uno de los más frecuentemente desarrollados, creo que la mejor forma de combatirla es atacando a la impunidad.

La impunidad es la madre de la corrupción, sea esta ocasionada por la venalidad de los jueces, el poder de las influencias políticas o la simple desidia o la falta de personal para el adecuado seguimiento de los casos.

Bueno sería, recogiendo una reciente propuesta de Andrés Páez, tomarse el trabajo de revisar sentencias que exculparon a ciudadanos altamente sospechosos que luego, a partir de las investigaciones realizadas en otros países, los Estados Unidos por ejemplo, aparecieron definitivamente vinculados con actividades delincuenciales. Esos jueces le deben explicaciones al país. Por de pronto, y estando bajo sospecha, no deberían continuar ejerciendo como tales.

Igualmente debería de revisarse el fundamento del desvanecimiento de ciertas glosas que la mala calidad de las obras entregadas, evidenciada a lo largo del tiempo, por ejemplo, justifica plenamente.

Dejar sin sanción casos como los ejemplificados es un poderoso estímulo a la corrupción pues constituye certeza de que se puede mal proceder y seguir gozando incluso de buena fama pública de funcionario honesto.

Conviene tener claro que sin una administración de justicia pulcra y sin sesgos será imposible lograr la tan anhelada reactivación económica pues solo los pillos tendrán ganas de invertir en un país donde todo es cuestión de un “buen” abogado que sepa dónde hay que comprar y cuánto hay que pagar. De todos modos cabe confesar que estamos hartos, por lo menos yo, estoy al límite. La peor pandemia es la de la corrupción de la alfa a la delta.