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24 de Mayo triste

Avatar del Francisco Huerta

"Entristece no poder conmemorar como es debido, un día con alto contenido cívico".

Como deben presumir los lectores, los artículos se escriben con la debida anticipación. Los del martes se entregan a más tardar el lunes, para que puedan ser debidamente editados. El que estoy escribiendo, lo redacto el domingo que acaba de pasar, y lo reseño triste por múltiples razones.

El Ecuador todavía no tiene claro todo lo ocurrido durante el periodo de Independencia. No quiere entender que el 10 de Agosto de 1809 es precursor del esfuerzo del 9 de Octubre de 1820 y que a partir de este fue posible el 24 de Mayo de 1822. Cada cual siente cada fecha como exclusiva y excluyente. La Batalla de Pichincha es Quito, pese a que el abanderado de ese combate era Abdón Calderón. Igual que el 9 de Octubre es Guayaquil, pese a que lo primero que hace Olmedo es organizar un ejército destinado a liberar Quito.

Ojalá algún día logremos una visión ecuatoriana de los esfuerzos libertarios para poder preservarlos en la memoria de la nación y no exclusivamente en el lugar donde ocurrieron.

Creo que será difícil recuperar el nombre del gran mariscal de Ayacucho para nuestra moneda y aunque no es posible negar algunos de los beneficios obtenidos con la dolarización, apena hoy recordar la desaparición del sucre.

Igualmente entristece que hoy se conmemore el Día de las Fuerzas Armadas y no haya sido posible celebrarlo como es debido. Más bien, estamos bajo la posibilidad de quedarnos sin TAME, esto es, quedarnos sin línea aérea de bandera como producto del abuso y los delirios de grandeza. Igualmente, al último pero no lo último, hoy recordamos un nuevo aniversario de la muerte de Jaime Roldós, su esposa y una distinguida delegación. Con el deceso de Jaime, un esfuerzo político orientado a vincular lo ideológico con el fervor de las masas populares se quedó a media asta, y hasta ahora no sabemos la razón de su muerte. ¿Fue un accidente, o fue un asesinato en razón del propósito arriba reseñado?

Así, creo estimados lectores que sin agregar nada de la conyuntura hay razones para ponernos a trabajar, pues ya falta poco, en una digna conmemoración del Bicentenario de la Batalla del Pichincha.