De lo municipal y espeso

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'Entre los graves daños de la década infame, el irrespeto a la libertad de expresión fue uno de los peores’.

Fue el gran pensador español don Miguel de Unamuno, exrector de la Universidad de Salamanca y autor de obras como Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo, quien refiriéndose al metro de París y lo impregnados del sudor popular -por el uso cotidiano- de sus vagones, se refirió a “la muchedumbre municipal y espesa, dejándolos oliendo a fatiga social”.

De entonces a nuestros días, aquello de municipal y espeso ha sido como una metáfora de lo edilicio criollo, y varios poetas nuestros han hecho uso de versiones y visiones parecidas: “esta vida de Quito, municipal y espesa”, por ejemplo.

Recordándolo, parece oportuno señalar, reiterándolo, que lo que no puede ser espeso es el uso del presupuesto municipal. Sobre él debe reinar la transparencia y el prudente 15/80, referido al porcentaje de gasto burocrático en relación con lo destinado a obras, que debe intentar mantenerse. Si ello ha sido posible y ha funcionado por casi dos décadas, ¿por qué cambiarlo ahora? Por la necesidad de nuevos programas que como la campaña contra las adicciones son imperativas a pesar de estar fuera de la estricta competencia municipal. Muy bien, en cuanto se logre financiamiento nuevo, producto de la cooperación institucional, privada o pública, nacional o internacional. Mientras tanto, se abre un flanco cuando lo obligatorio está descuidado.

En fin, una polémica sobre la calidad del gasto publico, local o nacional, nunca está de más. Es un imperativo democrático saber cómo se gasta la plata de los contribuyentes y eso no tiene por qué irritar a nadie y menos dar lugar a las discriminaciones odiosas que en relación a determinados medios de comunicación mantuvo el correato. Peor todavía, poner otra vez en vigencia una política de troles que escudados en el anonimato se dedican a usar en defensa de la acción municipal el argumento inútil del insulto soez, la inferencia grotesca a un pasado ya remoto, al que se aludiría muy cuidadosamente si el trole mercenario supiese algo de historia nacional.

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