Columnas

¿Cómo conservar el patrimonio edificado?

En ese sentido, conservar el patrimonio edificado se convierte en un deber, ya que es también conservar la memoria e identidad de los pueblos

El término que se ha utilizado al hablar de protección del patrimonio edificado ha sido el de conservación. Si bien como disciplina la conservación es reciente, como práctica ha sido común a lo largo de la historia, ya que siempre ha estado presente la necesidad de dar mantenimiento, de arreglar, adecuar, restaurar o reconstruir una edificación.

A mediados del siglo XIX se dan las primeras polémicas sobre los alcances y límites de las intervenciones en los edificios patrimoniales, con posturas extremas del francés Eugene Viollet -le-Duc, para quien la restauración significaba “devolver al edificio el estado que pudo haber tenido” o “que nunca llegó a tener”; y la del inglés John Ruskin, quien planteaba que se debía “dejar que los edificios mueran dignamente”, que no se debían “tocar sus piedras, sino esparcir sus restos” y que cualquier intervención era tan imposible “como resucitar un muerto”. No tardó en surgir una teoría conciliadora defendida por Camilo Boito, quien planteaba la actuación mínima, la necesidad de destacar lo auténtico y hacer evidentes y diferenciadas las intervenciones efectuadas. Es esta postura la que ha servido de pauta para las visiones contemporáneas sobre conservación y restauración y como inspiradora a las declaratorias, documentos y reglamentaciones más importantes.

En la actualidad se da una dimensión mayor al concepto de patrimonio, al vincularlo con la identidad de los pueblos, al ser estos expresiones objetivas y materiales de los valores constitutivos y diferenciales de una comunidad. Una de las definiciones contemporáneas más claras sobre patrimonio arquitectónico consta en el Documento Regional del Cono Sur sobre Autenticidad: “Los edificios y sitios son objetos materiales portadores de un mensaje o argumento cuya validez, en un marco de contexto social y cultural determinado y de su comprensión y aceptación por parte de la comunidad, los convierte en patrimonio”. En ese sentido, conservar el patrimonio edificado se convierte en un deber, ya que es también conservar la memoria e identidad de los pueblos.