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Ciudad y seguridad

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“Cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés; cuando presentan un aspecto triste, toda la ciudad parece triste”.

Tres años después de su muerte, Jane Jacobs (1916-2006) era ubicada como una de los cien pensadores urbanos más importante de todos los tiempos. Algo curioso considerando que Jacobs no fue arquitecta, ni urbanista ni socióloga urbana. En el año 1961 publicó Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, donde denunciaba la primacía del vehículo sobre el peatón y la destrucción de los barrios por una mal llamada planificación. Esta obra se ha convertido en clave y referente del pensamiento urbano contemporáneo.

Contrariamente a las propuestas de miedo y de coacción, Jacobs plantea que la seguridad de una ciudad pasa por la confianza mutua de los vecinos que se da a través de la generación de espacios de socialización donde se desarrollen estos vínculos estrechos entre las personas, el sentido de comunidad y de responsabilidad social. Esto se logra mediante cuatro principios generales: primero, la interacción de las personas en el espacio público; segundo, entender y respetar las redes que se hayan creado sobre diferentes usos del espacio urbano; tercero, comprender al barrio, y dentro de él a la manzana, como la unidad básica de una ciudad; y, cuarto, darle la importancia a la calle (al peatón, no al vehículo) y al comercio que junto a esta se genera, como elemento aglutinador de la vida barrial, tal como afirmaba Jacobs: “Cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés; cuando presentan un aspecto triste, toda la ciudad parece triste”.

Para Jacobs una calle se vuelve segura cuando es muy frecuentada, mientras, por lo contrario, una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura. Decía: “Ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas que podríamos considerar propietarios naturales de la calle (...). La seguridad de la calle es mayor, más relajada y con menores tintes de hostilidad o sospecha precisamente allí donde la gente usa y disfruta voluntariamente las calles de la ciudad y son menos conscientes, por lo general, de que están vigilando”. No es tarde para aprender algo del pensamiento de Jane Jacobs.