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Bajo el asfalto

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"Hoy, remover el asfalto de las ciudades no es ya una aspiración utópica, sino una cuestión de salud pública"

A inicios de la revuelta de Mayo del 68 una frase apareció en un muro de la Universidad de la Sorbona en París: “bajo los adoquines, la playa”. Este deseo utópico hacía referencia al sentido de liberación que tiene una playa: la despreocupación, la igualdad, el ocio, el hedonismo. Hoy ya no quedan adoquines en las calles de París, al menos en los sitios de la revolución fracasada. Hace mucho fueron removidos con el fin de eliminar la posibilidad de usarlos como armas contra la policía y las fuerzas del orden. En su lugar, las calles fueron cubiertas por el inocuo, técnico e impermeable asfalto.

Hoy, remover el asfalto de las ciudades no es ya una aspiración utópica, sino una cuestión de salud pública. Nos hemos pasado años asfaltando las calles y quitando a las ciudades la capacidad de absorción del agua de las lluvias e inundaciones. Para tratar de solucionarlo, se invierten millones de dólares en sistemas de drenaje de aguas lluvias, estaciones de bombeo, canalizaciones, etc., y todo aquello que la ingeniería moderna sugiere. Sin embargo, el aumento de la intensidad de las lluvias y de la frecuencia de las inundaciones indican que estas soluciones técnicas cada vez serán más caras e insuficientes.

En su lugar se plantea la retirada del asfalto de las calles y su sustitución por pavimentos permeables que trabajen como esponjas que absorban el agua, además del aumento de la vegetación urbana. En esta línea de acción ya lo han desarrollado algunas ciudades y países particularmente frágiles a las inundaciones, como en los Países Bajos a través del proyecto Espacio para el río; Zaragoza, en España, con un parque en el que se permite su inundación parcial ante la crecida del río aledaño, evitando, de esta manera, la afectación a zonas pobladas; o el Parque Aranzadi, en la ciudad de Pamplona, un gran bosque urbano destinado a absorber el agua de las crecidas del río.

Si antes quitar los adoquines era una metáfora de la liberación, hoy quitar el asfalto y dotar de más áreas verdes a las ciudades es una necesidad, en algunos casos, de supervivencia.