Premium

Florencio Compte: La Señorita Ecuador 1930

Avatar del Florencio Compte

No hubo ninguna participante que representara a las mujeres indígenas y negras, ya que, de acuerdo a la organización social de la época

En 1930, después de que se acentuara la crisis económica por el decaimiento de las exportaciones cacaoteras, convergieron una serie de eventos culturales y sociales que pusieron en evidencia los conflictos sociales del Ecuador.

El 9 de febrero de ese año, hace 94 años, se dio un hecho que tuvo importantes repercusiones en el país y que reflejó sus profundas divisiones de clase. Este fue la elección de la Señorita Ecuador, primer certamen de belleza que se hacía con alcance nacional. El concurso, originalmente abierto a la participación de mujeres de todo el país, quedó finalmente restringido a cuatro candidatas de Guayaquil, ya que las quiteñas se negaron a desfilar en traje de baño.

En publicaciones de la época se cuestionaba al concurso al considerar que esas “… exhibiciones de cuerpos hermosos en traje de baño” constituían un signo del mundo moderno “… donde conviven desde la sublime Hermana de la Caridad hasta la ridiculez de las aclamaciones y los entusiasmos en pos de las mujeres que descubren y lucen sus cuerpos, porque la naturaleza los ha hecho bellos”, cuando, en realidad, las mujeres no debían tener por fin “… ostentar la melena y pintarse los labios, fumar y adquirir maneras hombrunas (...) deben ser intensamente mujeres y ser madres, las madres del hombre según la carne o según el espíritu de la obra social que realice”.

En la votación popular quedaron finalistas Sara Chacón Zúñiga y Blanche La Rose Yoder Campi, representantes de la clase media y la aristocracia guayaquileña, respectivamente. No hubo ninguna participante que representara a las mujeres indígenas y negras, ya que, de acuerdo a la organización social de la época, ni siquiera eran pensadas como potenciales participantes.

La ganadora fue Sara Chacón, cuyo triunfo fue aclamado como el del pueblo sobre la burguesía, como indica Andrea Pequeño: “En este acto se plasma un proceso de movilidad social: el ascenso de una clase emergente que se instalaría poco a poco en la escena pública y en los centros de poder, desplazando con ello a la clase aristocrática y su histórica hegemonía”.