Fernando Insua Romero | Gonzalo Albán

Defender a Gonzalo Albán es defender la idea de que la dignidad nunca debe ceder frente a la injusticia
Gonzalo Albán no enfrenta un juicio político por corrupción, negligencia o abuso de poder. La acusación que lo persigue es mucho más frágil: se lo señala de haber sido adherente político en los cinco años previos a su postulación al Consejo de Participación Ciudadana, algo prohibido por la ley. Sin embargo, no existe documento oficial que pruebe esa condición. El propio CNE certificó que no ha sido directivo ni candidato de partido alguno, y la única mención en su contra proviene de un voto salvado que más bien expresa dudas.
La defensa de Albán puede sostenerse con solidez en tres pilares. Primero, en derecho nadie puede ser sancionado si la evidencia es insuficiente. Segundo, el principio de inocencia y favorabilidad, que obliga a resolver toda duda en beneficio del ciudadano. Y tercero, la trayectoria cívica de Albán, marcada por la independencia, la transparencia y el servicio público.
El verdadero riesgo de este proceso no es solo la injusticia contra un consejero, sino el precedente que podría instalarse: convertir en armas políticas disposiciones legales pensadas para proteger la independencia ciudadana. Si hoy se expulsa a alguien sin prueba clara, mañana cualquiera podrá ser descalificado por conveniencia, no respaldo al CPCCS, respaldo al individuo que le dio un aliento de dignidad y decencia a esta institución y cuya gestión pretende ser saboteada desalentando la participación cívica en el país.
Quienes conocemos a Gonzalo sabemos de su coherencia y vocación de servicio. No se lo puede despachar al margen de la justicia solo porque convenga a un momento político. La Asamblea tiene la oportunidad de demostrar que la fiscalización no puede confundirse con persecución. La política suele tentar a muchos a rendirse al cálculo y a la conveniencia. Pero hay momentos en que el deber ciudadano nos exige dar testimonio. Como escribió Arturo Pérez-Reverte: “Los malos siempre van a ganar, pero la idea no es dejar de enfrentarlos porque al final terminen ganando; la idea es darles guerra, siempre darles guerra, porque no hay nada más despreciable que ir sumisamente al matadero”. Defender a Gonzalo Albán es defender la idea de que la dignidad nunca debe ceder frente a la injusticia.