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Fernando Insua: ¿Empieza la era del bipartidismo?

Avatar del Fernando Insua Romero

Más que repartir comisiones ADN debe consolidar su estructura y plantear una idea duradera de país

Con la instalación de la nueva Asamblea algunos titulares anuncian el inicio de una era bipartidista en Ecuador. La polarización entre el bloque oficialista de Daniel Noboa (ADN) y la Revolución Ciudadana (RC) parecería confirmar la tesis: dos fuerzas con casi igual número de curules disputan la conducción del Legislativo, el relato nacional y el futuro inmediato. Pero, ¿es esto un verdadero bipartidismo? Nuestra historia política ha sido poco dada a sistemas de partidos consolidados. Hubo, sí, épocas donde dos grandes fuerzas dominaron: liberales y conservadores en el cambio de siglo, socialcristianos e Izquierda Democrática en los 80, correísmo y anticorreísmo en los últimos tres lustros. Pero estos equilibrios rara vez se sostuvieron más allá de una o dos elecciones, desvaneciéndose en caudillismos, rupturas internas o crisis institucionales.

Hoy, ni ADN ni RC responden a partidos en sentido clásico. Son movimientos -algunos dirían maquinarias- construidos en torno a figuras carismáticas. No existen ideologías sólidas ni estructuras de base. No hay debate interno, ni procesos formativos, ni mecanismos democráticos duraderos. Por eso, si bien podemos hablar de una Asamblea dividida en dos polos, es arriesgado llamarlo bipartidismo. Es más bien un empate entre dos constelaciones sostenidas por la coyuntura, el cálculo de un número considerable de miembros que se afilian simplemente porque el caballo va ganando la carrera, pero se bajan a la primera caída o se cambian de bando a la mejor oferta.

Si algo caracteriza a Ecuador, es la fragmentación. Esta aparente dualidad podría romperse con la próxima crisis, el siguiente escándalo o el surgimiento de un nuevo outsider. La debilidad del sistema de partidos -que desde 2006 entró en caída libre- sigue intacta. Mientras, la pugna en la Asamblea no es ideológica, sino funcional: quién controla comisiones, recursos, leyes. Esto no quiere decir que ambas facciones no tengan ideas para el país, pero pueden diluirse en debates fatuos. Más que repartir comisiones ADN debe consolidar su estructura y plantear una idea duradera de país, y RC redefinirse en su estructura interna, más allá del líder que no está y que cuenta historias de tintas que viajan a través de papeletas y plumas mágicas.