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Fernando Insua: La celebrificación de la política

Avatar del Fernando Insua Romero

Porque la democracia no es que sea un show que aguante mucho

La “celebrificación de la política” describe la tendencia creciente de los políticos a adoptar tácticas y comportamientos típicos de las celebridades para atraer la atención pública y ganar apoyo. Esta tendencia altera la manera en que percibimos la realidad, llevándonos a una dimensión donde un zapato que parece llanta de camión tiene más peso, o nos han hecho creer que tiene más peso, que debatir sobre un mensaje a la nación carente de contenido significativo.

Se podría pensar que esta idea de la celebrificación proviene de muchos siglos atrás; por ejemplo, el “pan y circo” de los romanos o la erigida de monumentos que exageraban las acciones de tal o cual emperador. Sin embargo, al menos la mayoría de estas acciones partían de un hecho real relacionado con el ejercicio del poder y, en el caso del pan y circo, al menos te daban pan y entretenimiento, no te ponían a debatir sobre la sonrisa, la ropa o el color de pelo de tal o cual figura pública mientras la economía está estancada y faltaba trabajo.

Una cosa es ver a un político carismático y otra es fijarse enteramente en sus actos no políticos como si ese fuera el eje central de todo. Esto refleja un cambio significativo y peligroso en la forma en que se lleva a cabo la política y cómo se ejerce el poder político, fusionando elementos de la cultura del espectáculo con la esfera política. Esta práctica pone en riesgo la deliberación democrática al priorizar el estilo sobre la sustancia y la emoción sobre la razón.

No podemos deslumbrarnos con la pirotecnia de TikTok, ya no solo del primer mandatario, sino que ahora vemos este mismo espectáculo en muchos de sus funcionarios y funcionarias, quienes en algunos casos, luego de ‘’sendos’’ camisetazos, parecen pensar que están en el Versalles del siglo XVIII y no en la capital del Ecuador.

La lección es clara para todos los niveles de poder: no puedes ni debes promocionar tu imagen personal a costa de los impuestos o las plataformas institucionales, sino promover una idea o la institución que se represente. Porque la democracia no es que sea un show que aguante mucho y una vez que caiga el telón y los aplausos cesen, la realidad será, por decirlo menos, dura.