Fernando Insua: ¿Hasta cuándo, Catilina?

No hablamos de la irrupción del ciudadano virtuoso, sino de un desfile de improvisados
En un reciente reportaje de Expreso, Mariela Rosero abordó una de las raíces del desdibujamiento del debate legislativo: la falta de trayectoria política de muchos asambleístas. El fenómeno no es nuevo -en la historia ecuatoriana hemos visto figuras sin formación política previa destacar por su compromiso y preparación autodidacta-, pero lo que ocurre hoy parece distinto. No hablamos de la irrupción del ciudadano virtuoso, sino de un desfile de improvisados.
En un diplomado que acabo de realizar en Quito, fue penoso constatar que solo dos agrupaciones políticas se preocupaban por la formación de sus cuadros; otros políticos de forma responsable buscaban hacerlo por su propia cuenta.
Los partidos históricos, con todos sus defectos, entendían que formar no era opcional. La política era una escuela constante, no un trampolín de ‘marketing’. Hoy el vacío se llena con asesores que escriben discursos que sus jefes no comprenden, con bancadas que esperan ‘que les digan qué hacer’, y con legisladores que prefieren callar antes que delatar su ignorancia.
Y no hablamos de títulos universitarios o de estudios en el extranjero -los hubo sin estudios formales que fueron sabios, y hay quienes el extranjero les sirvió para ser pillos, pero en trilingue-, sino de algo más básico: conciencia política, nociones mínimas de institucionalidad y comprensión de los problemas nacionales.
El deterioro del discurso no es anecdótico, es estructural. Si no hay pensamiento, no hay control político. Si no hay debate, lo que queda es la componenda, el cálculo, el trueque de favores. Se negocia en pasillos lo que debería discutirse en el Pleno. El Parlamento se transforma en escenografía y la ciudadanía se acostumbra a que no pase nada.
Mi abuela, sin ser docta en retórica romana, cuando algo la indignaba decía: “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?” -frase de Cicerón durante las Catilinarias-. No la decía por cultura clásica, sino por hartazgo.
Hoy muchos ecuatorianos la repetirían, no frente a un conspirador, sino ante una Asamblea que se ha vaciado de contenido y se ha llenado de componendas, y aunque siempre habrá buenos elementos, por desgracia un nada despreciable porcentaje hace que la paciencia se agote.