Fernando Insua Romero | El gran obstáculo

Al final, lo que queda no es un país barato para invertir, sino un país incierto, donde la ley no protege, sino que amenaza
Imagine que es un empresario. Tiene capital, ideas, visión. Quizá incluso está dispuesto a correr riesgos y generar empleo. Pero hay algo que no puede calcular en su plan de negocios: la demencia jurídica. Que un día las reglas cambien. Que el contrato firmado ya no valga. Que un juez, sin mayor explicación por orden de algún poder a la sombra, le imponga una medida que paralice su proyecto o le embargue los sueños. Que la ley no sea ley, sino un instrumento del caos.
La inseguridad jurídica es el gran obstáculo que impide que el Ecuador se active. Pueden bajar los salarios -o en la jerga elegante, ‘hacerlos competitivos’-; pueden firmar tratados, abrir zonas francas, flexibilizar normas, eliminar impuestos… pero si la justicia es impredecible, parcial o simplemente inexistente, ningún inversor serio se arriesgará.
Los empresarios no temen pagar impuestos ni asumir riesgos comerciales. Lo que temen es que sus decisiones dependan del humor de un juez manipulado, de un burócrata que extorsiona, de un sistema que no distingue entre lo legal y lo arbitrario. En ese entorno, el crimen organizado florece, porque sabe cómo moverse entre vacíos legales y complicidades institucionales.
La Constitución ecuatoriana promete un debido proceso, jueces independientes y normas claras (arts. 76, 82 y 168). Pero lo que abunda es la ambigüedad, la interferencia política, la lentitud procesal y, en muchos casos, el miedo. Miedo de jueces honestos que prefieren callar, y de ciudadanos que saben que en los tribunales puede pasar cualquier cosa… menos justicia.
La inseguridad jurídica no solo espanta al capital extranjero. También bloquea al emprendedor local, al agricultor que no puede ejecutar un contrato, al arrendatario extorsionado, al pequeño empresario que no puede defenderse. Al final, lo que queda no es un país barato para invertir, sino un país incierto, donde la ley no protege, sino que amenaza.
Como dijo Lord Bingham, “el derecho debe ser accesible, claro y predecible”. Sin eso, no hay desarrollo. Solo simulacro. Solo ruina. Solo el juego de la demencia disfrazado de sistema judicial.