Fernando Insua Romero | Distrito metropolitano de...
La fórmula es descentralizar sin fragmentar
Este último feriado se vio lo que intuíamos, pero preferimos no decir: Samborondón y Guayaquil viven desórdenes distintos, pero con la misma raíz. En Samborondón una fiesta paralizó la única vía principal; la supuesta ‘ciudad mejor planificada del planeta’ demostró que basta un evento masivo para ponerla de rodillas. En Guayaquil el desorden se sintió en la escasez de actividades para un feriado largo, que atraigan turismo, en la ausencia (o mala organización) de espacios públicos. La cereza del pastel: el ‘raid’ de motos que pudo haber caotizado la ciudad. Daule mostró una vez más que la delincuencia y deficiencia de servicios no se detienen en garitas ni rótulos de venta inmobiliaria.
Tres realidades, un mismo problema: la ciudad no es el cemento, sino los códigos de comportamiento que compartimos. Podemos mudarnos a Samborondón, a Daule o a la Luna. Si no cambiamos nuestra cultura urbana, el tráfico, la inseguridad, la ineficiencia y el desorden nos seguirán donde vayamos. Por eso, más que separarnos, deberíamos reconocernos: Guayaquil, Samborondón y Daule ya son una sola ciudad en la práctica, pero administradas como si fueran archipiélagos políticos sin relación entre sí. Otras urbes entendieron esto hace décadas. Lima se organiza como metrópoli con distritos autónomos. Bogotá con alcaldías locales bajo un gobierno metropolitano central. Ciudad de México con alcaldías coordinadas. Santiago de Chile por comunas integradas. La fórmula es descentralizar sin fragmentar.
Guayaquil, con realidades tan distintas entre Mapasingue, Urdesa, el centro, el noroeste o la vía a la costa, ya no puede manejarse como una unidad homogénea. Samborondón no puede seguir creyendo que basta levantar garitas. Daule no puede continuar creciendo sin servicios ni integración real. Un Distrito Metropolitano del Guayas permitiría alcaldías distritales con identidades propias y un alcalde metropolitano que coordine movilidad, seguridad, transporte público y planificación. Legalmente requeriría reformas al Cootad y decisión política: aceptar que ninguno puede solo. Mucho proyecto bonito, pero sin una visión metropolitana seguiremos construyendo ciudades que colapsan por dentro. No es romanticismo urbano. Es supervivencia.