Fernando Insua Romero | Cansados de cheques en blanco
Lo que toca ahora es simple y difícil: hacer gobierno
Cada vez que un gobierno pierde una consulta popular aparece la misma cantaleta: ‘el pueblo es ignorante’. Curiosamente, ese mismo pueblo es ‘sabio’ cuando vota a favor. Esa arrogancia explica, en parte, lo ocurrido el domingo: el resultado fue la desconfianza acumulada hacia el Gobierno.
No es serio afirmar que el país “ama el terrorismo” porque dijo No a las bases militares. Quienes sufren primero la extorsión, el microtráfico y el miedo no son los políticos: es la gente común.
Se pidió más impuestos prometiendo seguridad, pero lo que la ciudadanía vio fue una cadena de improvisaciones: ministros convertidos en protagonistas de broncas públicas, discusiones infantiles con vasitos de agua, propaganda constante y temor creciente a que el sistema de salud siga desmoronándose. Mientras tanto, la inseguridad seguía mutando en un esquema de extorsión masiva. Peor aún, las mejoras de seguridad que sí existieron no dependieron de una nueva Constitución. Se capturaron cabecillas sin bases extranjeras. Tungurahua fue liberada por la fuerza pública sin una constituyente. Es decir, cuando el Gobierno actuó, funcionó; cuando intentó convencer, falló.
La pregunta sobre la Constituyente se hundió también por sentido común: la gente no quiere dos campañas más una para elegir constituyentes y otra para aprobar el texto en un país agotado. Y una Asamblea de 80 miembros fue percibida como un reparto entre RC y ADN. Sin confianza, no hay mandato.
Sixto Durán Ballén perdió la consulta de 1995 abrumadoramente en un contexto de desgaste político evidente. Aun así logró recomponer gobernabilidad y recuperar estabilidad cuando entendió el mensaje del electorado. Rafael Correa perdió preguntas sensibles en la consulta de 2011 -en especial las relacionadas a control de medios y justicia- y dos años después obtuvo la mayor victoria electoral de su carrera con más del 57 %, demostrando que una consulta perdida no destruye un proyecto político: lo redefine.
Se acabó la campaña, y el juego de ofrecer paz a cambio de más impuestos, de justificar errores administrativos o de saturar al país con propaganda. Lo que toca ahora es simple y difícil: hacer gobierno.