Columnas

Violencia y muerte

'La nueva normalidad ha cambiado los simulacros en los colegios en caso de un desastre natural a simulacros en caso de un atentado’.

Sin duda el 2021 ha sido uno de los años más violentos para los ecuatorianos. Asaltos, balas perdidas, muertes al estilo sicariato y como para cerrar con broche de oro esta lista de terror, matanzas dentro de las cárceles del país, que nos han marcado en lo más profundo de nuestro ser por la frialdad con que se ha tratado la muerte. Han pagado los que debían (según los asesinos) y los que no debían también, seres inocentes que estuvieron por error en el momento y lugar equivocado. Mujeres, ancianos, niños, nadie se ha salvado de esta guerra declarada entre los malos, los duros, los capos y los reyes de la sangre. Y nos queda claro que ni el gobierno ni nadie puede ponerle fin a esta pesadilla, y que no existen medidas ni decretos que puedan con estas mafias armadas.

La nueva normalidad ha cambiado los simulacros en los colegios en caso de un desastre natural a simulacros en caso de un atentado. La nueva normalidad es abrir los diarios o redes sociales y leer que han matado a pobres mortales, a la entrada de su casa, a la puerta de la iglesia y sin importar quién los acompaña, los cuales en ocasiones son niños, que han tenido que ver cómo unas balas le arrebatan la vida a su ser querido. Es de no creer que estos asesinos a sueldo sean seres humanos, que probablemente antes de salir de casa reciben la bendición de su madre. Todo parece indicar que el mundo se ha deshumanizado, que ya no hay respeto por la vida.

Lo que está sucediendo en las cárceles del país no tiene nombre. Una cosa es matar por la lucha de poder, otra cosa es matar, desmembrar y hacer fogatas con los cuerpos. ¿Qué se quiere lograr con estos actos salvajes? ¿Cuál es el mensaje que quieren dejar? Porque miedo ya tenemos y ya sabemos que ellos tienen el poder; entonces, ¿qué más nos quieren decir?

Duele que la muerte sea tratada como un dato estadístico, que sirve para comparar hechos similares: la vez pasada mataron a 118, esta vez fueron 61. Pero detrás de ese número hay nombres, historias, familias y lágrimas. Porque sin importar las razones por la que una persona es encarcelada, nadie merece morir así y nadie merece escuchar que su ser amado fue descuartizado tras las rejas. Porque pese a que en la cárcel fue visto como un criminal, en casa fue el padre, el hermano o el sustento de la familia.