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Prisión domiciliaria

Avatar del Fernando Cazón

"...con la pesimista noticia de los expertos en salud pública, que han dado el plazo de un quinquenio para su desaparición, a pesar de la inmensa campaña de vacunación que se viene llevando a cabo..."

Europa tuvo que soportar en el siglo XIV la terrible peste negra que acabó con algo más de la mitad de su población, habiéndose salvado de tal mortandad el continente americano por no haber tenido contacto con el Viejo Continente. Después de la I Guerra Mundial ocurrió otra hecatombe patológica con la aparición de la llamada gripe española, que acabó con la vida de decenas de millones de seres humanos. Y la tercera peste, que algunos denominan “amarilla” por su procedencia china, le cayó a la humanidad un siglo después que la anterior, con la propagación en el mundo entero de la pandemia de COVID-19, que lleva contabilizado ya más de un millón de muertos, con la pesimista noticia de los expertos en salud pública, que han dado el plazo de un quinquenio para su desaparición, a pesar de la inmensa campaña de vacunación que se viene llevando a cabo con las dosis producidas por los laboratorios de Inglaterra, EE. UU., Rusia y China, más que nada.

Esta pandemia ha traído cuantiosas pérdidas económicas y ha inmovilizado a la mayor parte de su población por las medidas restrictivas de bioseguridad que se han implementado, con largos toques de queda y la restricción en la movilidad de automotores. Tal situación ha provocado que durante meses, que se convertirán en años si los epidemiólogos tienen razón en sus predicciones, tendremos que seguir sometidos a una suerte de prisión domiciliaria que debió haber generado un mayor acercamiento hogareño pero que, paradójicamente ha aumentado el número de femicidios.

Como dicen que “no hay mal que por bien no venga”, en mi caso estoy aprovechando estas horas vacías para aumentar mi horario de lectura, no solo con mis preferidas novelas policiales de Agatha Christi, Georges Simenon y Mignon G. Eberhart, sino también con la re lectura de grandes obras de la literatura universal como La montaña mágica, de Tomás Mann, y siguiendo el consejo de Mario Vargas Llosa, La guerra y la paz, de León Tolstói, que las había leído apenas superé mi edad adolescente, invadida por obras de Dumas, Verne y Salgari.

Finalmente... ¿Estas pestes mortales y las guerras (sobre todo las dos mundiales del siglo pasado) sirven para frenar el crecimiento poblacional más intenso?