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Arturo Moscoso Moreno | El ‘enemigo’ interno

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Hay que meterse en la cabeza, algunas con espacio de sobra, que los derechos humanos no existen para proteger delincuentes

Esta semana en clase vimos dos películas argentinas que deberían ser material obligatorio para esos que repiten, como imbéciles, que los derechos humanos solo protegen delincuentes. La noche de los lápices y Argentina, 1985 nos hablan del momento exacto en que el Estado decide que el enemigo está dentro y que todo vale para combatirlo.

En La noche de los lápices no hay criminales peligrosos ni amenazas existenciales. Hay adolescentes. Su crimen fue pedir un boleto estudiantil para pagar menos por el transporte público. Eso fue suficiente para que el Estado los secuestrara, los torturara y los hiciera desaparecer. De todos ellos, solo uno sobrevivió para contar la historia. Uno. El resto se convirtió en ausencia, en silencio, en padres que nunca volvieron a ver a sus hijos. No hubo juicio, ni defensa, ni debido proceso. Hubo horror burocratizado.

Argentina, 1985 muestra el otro lado de esa historia. Años después, cuando se decide juzgar a quienes creyeron que combatir la violencia justificaba cualquier atrocidad. El alegato final del fiscal a cargo, el Loco Strassera, no habla de revancha. Habla de justicia. De la necesidad de poner un límite para que el Estado no vuelva a declararle la guerra a sus propios ciudadanos.

Y entonces la pantalla se vuelve incómodamente cercana. Ecuador. Los Cuatro de Las Malvinas. Detenidos, torturados y asesinados. Y quienes lo justifican. Que algo habrán hecho. Que seguro estaban metidos en algo. El mismo razonamiento. La misma pendiente resbaladiza. El mismo discurso que convierte a cualquiera en sospechoso y al Estado en verdugo.

Hay que meterse en la cabeza, algunas con espacio de sobra, que los derechos humanos no existen para proteger delincuentes. Existen para protegernos a todos cuando el poder se desborda. Para que el combate a la violencia no se convierta en violencia estatal. Para que nadie tenga que buscar explicaciones de por qué un hijo no volvió. Porque la historia demuestra, una y otra vez, que cuando el Estado decide que el enemigo está dentro, sin derechos humanos el siguiente en desaparecer puede ser cualquiera.