El precio de ser migrante
Si el gobierno no puede ni con nosotros, ¡cómo ayudar a miles de hermanos que buscan en tierras lejanas un mínimo de dignidad y algunas monedas!
La migración ha existido desde siempre. Buscar nuevos destinos es una manera de huir de todo lo malo que impide progreso y estabilidad económica; migrar termina siendo una decisión de supervivencia. Los ecuatorianos somos peritos en el arte de buscar otros horizontes con días mejores para los nuestros cuando la situación se pone color de hormiga, sin darnos cuenta de que nuestro sacrificio trae más pérdidas que beneficios, pues el desmembramiento del núcleo familiar trae problemas a largo plazo, como la depresión de quienes se sintieron abandonados por sus seres queridos, abuso y hasta desapego en las relaciones familiares. Y después de unos cuantos años de haber escapado de la carencia material nos damos cuenta de que no valía la pena alejarse por algo de dinero, que no cubrió en lo mínimo las necesidades afectivas de quienes se quedaron.
Llegar a tierras ajenas en calidad de migrante es el inicio de una odisea para quienes vendieron todo o se endeudaron para conseguir una visa de turista y quedarse a trabajar como indocumentado, sin seguridad laboral; pero el amor por los nuestros nos obliga a bajar la cabeza y aceptar lo que venga.
Ecuador se ha convertido en los últimos años en el sueño de muchos venezolanos que ven en nuestro país la oportunidad de salir de la pobreza en que se encuentran, sin saber, al parecer, la vida que les espera. Tristemente, muchos viven en nuestra tierra en situaciones precarias, sin casa, trabajo ni estabilidad de ningún tipo, pues llegaron a un país que se tambalea en economía, salud, seguridad social, entre otros temas, sin poder cubrir siquiera las necesidades de la mayoría de los ecuatorianos. Familias enteras tuvieron que hacer de los puentes su hogar y de la limosna su modo de subsistencia.
Aunque también existen venezolanos con papeles en regla, trabajo y una vida medianamente estable, esta avalancha migratoria nos deja tristes postales. Pese a que todas las personas tienen el derecho a movilizarse y elegir libremente su domicilio, la situación nacional no permite a miles que realizar sus sueños de una mejor vida. Si el gobierno no puede ni con nosotros, ¡cómo ayudar a miles de hermanos que buscan en tierras lejanas un mínimo de dignidad y algunas monedas!