La Navidad

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Esta costumbre, pues, incentiva el comercio, con almacenes atestados de clientes consumistas.

Las vísperas, dentro de esa espera que en este caso no desespera, resultan siempre más emotivas que el instante mismo en que ha de producirse una fecha excepcional, como es el caso de la Navidad, que se prepara, para su recepción, a través de la Nochebuena, que es cuando infantes y adultos realmente celebran el natalicio del descendiente de José y María, que para los millones de creyentes cristianos se considera como el hijo de Dios.

Este nacimiento, lleno de mito y de muy bella tradición, coincide con el inicio del solsticio de invierno, que viene a ser una suerte de extraña coincidencia con el nacimiento que, por ejemplo, los persas le aplicaron a su dios solar, Matras, al coincidir esta fecha con la realidad climática. Y es coincidencia también el que la vida de Jesús haya concluido a sus treinta y tres años, que es un número cabalístico para ciertas culturas orientales.

Por supuesto, tratándose de la celebración de un natalicio, es decir, la llegada de un niño al mundo, la Navidad se convirtió desde siempre en una fiesta dedicada a los infantes, a los que, para celebrarlos y alegrarlos, se acostumbra a darles regalos, juguetes por supuesto. Y para hacer más mágica la fiesta, con el pasar de los años a más del lógico Niño Dios, que recuerda el nacimiento en un pesebre de Belén, huyendo de las asesinas intenciones de Herodes, que tuvo que proseguir con la fuga a Egipto, apareció la generosa y simpática figura de Papá Noel (también llamado Santa Claus), a quien lo imaginamos llegando desde las frías regiones nórdicas tripulando un trineo cargado de regalos que es halado por renos que vencen el peso de la gravedad. Y se agrega a los tres Reyes Magos, cuyo día de celebración, extrañamente también, se cumple un seis de enero, es decir dos semanas más tarde del natalicio de Jesús.

Pero el espíritu navideño no se queda solamente dentro del mundo infantil, siempre tan grato, sino que se ha transformado en una suerte de fiesta de la generosidad, en la que también los adultos intercambian regalos y se desean los más gratos momentos de felicidad tras el retorno a lo mejor de la bondad humana. Esta costumbre, pues, incentiva el comercio, con almacenes atestados de clientes consumistas.