Premium

Minoría organizada y paralizadora

Avatar del Fernando Cazón

Porque los acuerdos posparo son la alegría de hoy y el olvido de mañana. Dieciocho días que se los llevó el viento

Siguiendo las huellas de Fernando Chávez, que con su novela Plata y bronce introdujo al indigenista en la literatura ecuatoriana, pocos años después Jorge Icaza publicaría la novela Huasipungo, que es la obra literaria ecuatoriana que más se conoce y se menciona a nivel internacional. En ella descubre la miserable manera de vivir de los descendientes de Atahualpa, agredidos sobre todo por los despiadados terratenientes, que son los locales señores feudales que datan del Medioevo europeo. Y es que desde la Conquista los nuevos propietarios de estas tierras americanas, aplicaron el estado de servidumbre a los conquistados, sin considerar siquiera el mestizaje que se dio entre explotadores y explotados, raza actual a que pertenece la mayoría de nuestra población.

Sin embargo, sacudiéndose de ese maltrato y tratando de liberarse de la cruz de su historia, los indígenas de nuestra Sierra y nuestro Oriente se organizaron y formaron sus propias y legítimas organizaciones, como la Conaie, Pachakutik, Fenocín, etc., con las cuales entraron a combatir para reclamar sus legítimos derechos y volver a ser considerados como seres humanos, sin distinción de clases, como lo fue en los tiempos de la Conquista. Así lo demostraron con la última movilización colectiva, que ha sido una de las que más ha durado en nuestro país. Y es que representando solo a una minoría de los ecuatorianos, lograron durante casi una veintena de días detener la marcha del país. Felizmente, lo que parecía un diálogo interminable, el jueves 30 de junio se firmó un acuerdo que podríamos calificar de paz y amistad entre los que propiciaron el paro nacional y el Gobierno nacional, y se dio un plazo de noventa días para completarlo.

Los perdedores a tanto desbarajuste son los mismos de siempre, los mismos indígenas que viven de su venta diaria, los trabajadores que han aprendido a vivir con un sueldo básico y en esos días de paralización les tocó ajustarse a lo que había y pagar el doble o triple por lo que encontraban en los desabastecidos mercados. Porque los acuerdos posparo son la alegría de hoy y el olvido de mañana. Dieciocho días que se los llevó el viento.