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Atentados y tecnología

En la actualidad, al hablar de delincuencia organizada y narcotráfico ya no es necesario referirnos a Colombia y a Escobar...

En la década de los 80 los ecuatorianos fuimos espectadores de la astucia de Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de la historia de la humanidad, y vimos sorprendidos cómo fue ganando terreno en el mundo de la droga. Las matanzas diarias de su autoría intelectual lo convirtieron, a través del pánico que tanta muerte ocasionó, en el amo y señor de la coca, superando a cualquier cártel que operara en la vecina nación, convertida en tierra de nadie, donde la sangre era el pan de cada día.

En la actualidad, al hablar de delincuencia organizada y narcotráfico ya no es necesario referirnos a Colombia y a Escobar, porque nuestro país cuenta ya con su “producto nacional”, sus propias bandas, sus propias matanzas y su propia historia sangrienta. Llevamos algún tiempo escuchando en los noticieros sobre asesinatos al estilo sicariato, motines en distintas cárceles del país y amenazas que tienen un solo mensaje por parte de estos delincuentes: “nosotros tenemos el poder”, y ni la Policía metida de cabeza en las zonas conflictivas o en las distintas cárceles haciendo allanamientos, ha podido frenar o mermar en algo la ola de terror.

Esta semana la “noticia bomba” fue el ataque -al puro estilo hollywoodense- con drones sobre la cárcel Regional de Guayaquil, que según el Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de Libertad y Adolescentes Infractores (SNAI) estaría dirigido a los cabecillas de las banda, reconociendo que la situación es grave. Lo sucedido confirmaría que estamos en medio de una guerra entre cárteles internacionales.

A Escobar le tocó difícil a la hora de perpetrar algún atentado porque tenía que enviar a uno de los suyos a dejar al mismísimo lugar la bomba para que fuese detonada. La tecnología facilita ahora hasta este tipo de actividades delincuenciales: tan fácil como un dron cargado de productos detonantes que sobrevuele una cárcel, evadiendo inhibidores de señal y cualquier otra traba que se le cruce en el camino, y los suelte en el lugar indicado. Lo sucedido solo fue una advertencia; dieron a conocer sus pretensiones. Si hubiesen querido realmente matar a alguien, simplemente daban la orden de muerte dentro de la “peni”, llamando al celular de alguno de los “duros” de su banda (sí, porque también tienen celulares, internet y todo lo que uno se pueda imaginar).