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Fausto Ortiz: Incapaces

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La dolarización la implementamos hace cuarto de siglo como respuesta a nuestra incapacidad de manejar la política monetaria

Es duro reconocerlo, pero al observar nuestro comportamiento político y económico podemos llegar a la conclusión que no hemos sido capaces de administrar adecuadamente la cosa pública y hemos preferido atajos aparentemente ventajosos. Uno de los más exitosos fue la dolarización, que hasta los que la critican quieren ubicarla en un lugar preferencial para que no los moleste en su pretensión de llegar al poder.

Lo hemos dicho antes, la dolarización la implementamos hace cuarto de siglo como respuesta a nuestra incapacidad de manejar adecuadamente la política monetaria y mantener la independencia del Banco Central. Hacía sentido sacarle la máquina de imprimir billetes a los políticos populistas que piensan que lanzando billetes sin respaldo se mejoran las cosas y que no hay impacto en el largo plazo.

Pero la dolarización no es capaz de arreglar la situación económica por sí sola, necesita una economía sana y que se oriente al crecimiento.

La incapacidad de mantener controlada la situación fiscal fue notoria desde hace más de una década. El gasto se incrementó fuertemente financiado por elevados precios de petróleo y una deuda pública que empezó duplicándose y ahora crece a ritmos desconectados del crecimiento económico. No hubo ganas de corregir los subsidios de los combustibles que eran gran parte del causante de los enormes déficits fiscales. Igual que con la dolarización, en años recientes la cercanía con el FMI sirvió de excusa perfecta para ‘cederle’ el manejo de la política fiscal, la cual bien se pudo hacer casa adentro, pero era mejor visto que se corrijan precios de diésel y gasolinas debido a que “constan en la Carta de Intención” con el FMI. Lo mismo con la subida del IVA, que debió darse muchos años atrás como respuesta a nuestro estancamiento en recaudación de impuestos, explicado en buena parte porque han venido perdiendo peso las ventas con IVA y se ven con mayor notoriedad las exenciones tributarias que el FMI empieza a señalar como parte de un elevado lastre.

La situación fiscal es insostenible. Hay rezagos de gasto de obra pública no atendida, los apagones deberían ser suficiente prueba. La creciente demanda de recursos de la también insostenible Seguridad Social, en especial por el 40 % de subsidio para jubilaciones que son atendidas con los impuestos (bueno, en realidad con deuda pública) de todos los ecuatorianos. Esto es una bomba de tiempo que preferimos ignorarla porque no queremos investigar cuándo explotará. Los recursos que por más de 3 % del PIB no pueden ser trasladados a Salud y Educación en el presupuesto ya por varios años parece no importarle a nadie, a pesar de que la inseguridad nos recuerda cada día su vinculación con este tema.

Y llegamos a Sacha, la joya de la corona, abundantemente analizada por varios gobiernos. El análisis no se orienta en cómo administrarla mejor, busca a quién entregarla porque Petroecuador es incapaz de operarla adecuadamente. Y en ese proceso hemos ‘quemado’ funcionarios en instituciones que no quisieron dejar su firma en el proceso. Y en lo que somos buenos es en amenazar con desconocer lo que el potencial saliente firme, lo que nos hace prender velas para que no lleguen los $1.500M y las futuras demandas para volver a analizarlo el 15 de abril.