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Ernesto Albán Ricaurte | Política sin debate

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La lógica de las redes premia lo breve, lo emotivo y lo viral. Los mensajes políticos se reducen a eslóganes y bailes

La política ya no se juega en plazas ni en debates, sino en la pantalla de un celular. Para buena parte de la población, el primer contacto con las ideas políticas llega a través de un video en TikTok o un meme en Instagram. No es solo un cambio de formato: es una transformación en la manera de informarse, deliberar y participar.

El problema es que la lógica de las redes premia lo breve, lo emotivo y lo viral. Los mensajes políticos se reducen a eslóganes y bailes, donde la inmediatez gana terreno sobre la reflexión. Así, la política corre el riesgo de convertirse en espectáculo, en el que se elige a un candidato con los mismos criterios con que se sigue a un influencer.

En Ecuador, los partidos políticos no han sabido leer este fenómeno. Siguen aferrados a viejas estructuras y a discursos que resultan lejanos para una ciudadanía que se comunica en tiempo real y exige contenidos claros.

No obstante, sería injusto culpar solo a los jóvenes. El desencanto con la política nace de causas más profundas: desempleo, violencia, corrupción y la reiterada incapacidad del Estado para ofrecer soluciones. En ese contexto, las redes sociales funcionan como un canal de expresión, aunque fragmentado y efímero.

Ahora bien, las redes no solo amplifican voces: también construyen muros. El algoritmo premia la afinidad y castiga la diferencia, creando burbujas en las que se confirman las ideas propias y se rechazan las ajenas. Los espacios que parecían generar pluralidad degeneran en trincheras digitales, donde la democracia se debilita porque la confrontación reemplaza al debate.

El desafío, entonces, es doble: recuperar la política como un ejercicio de profundidad y, al mismo tiempo, aprender a comunicar en el nuevo lenguaje digital. Los liderazgos que logren salir de las burbujas y dirigirse a una ciudadanía plural tendrán futuro; quienes reduzcan la democracia a un video viral solo ampliarán la brecha entre ciudadanos e instituciones, hasta volverla un sistema cada vez más frágil e incapaz de sostener consensos.