Ernesto Albán Ricaurte | La guerra imposible

Reducir la estrategia a operaciones militares es desconocer la verdadera naturaleza del problema
Ecuador está atrapado en una guerra que no provocó. Rodeado por Colombia y Perú, dos de los mayores productores de cocaína del planeta, se ha convertido en un corredor natural del narcotráfico. La droga atraviesa sus puertos y carreteras hacia Europa y Estados Unidos, mientras la dolarización, que estabilizó la economía en el 2000, hoy funciona como autopista para lavar capitales ilícitos.
El espejo inevitable es Colombia. En el 2000 lanzó el Plan Colombia, con unos 10.000 millones de dólares en ayuda de Estados Unidos a lo largo de quince años. Helicópteros, brigadas de élite y fumigaciones redujeron los cultivos en los primeros años. Parecía una victoria, pero fue un espejismo: los sembríos se desplazaron y la producción se adaptó. Hoy Colombia sigue siendo el mayor productor mundial, con 253.000 hectáreas de coca y una producción potencial de 2.600 toneladas de cocaína en 2023, según la Unodc. Ni con apoyo militar masivo ni con recursos colosales se logró ganar la guerra.
Ecuador enfrenta un desafío aún más complejo. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) y la Global Initiative Against Transnational Organized Crime, en 2021 se habrían lavado cerca de 3.500 millones de dólares en el país, aprovechando la dolarización y la debilidad de los controles financieros. Al narcotráfico no se lo derrota solo con bombardeos; éste se reinventa y regresa con más fuerza si no se ataca su base económica.
Reducir la estrategia a operaciones militares es desconocer la verdadera naturaleza del problema. El narcotráfico no es un ejército, sino una red que infiltra instituciones, compra jueces, controla puertos y recluta jóvenes sin futuro.
La única estrategia viable pasa por reforzar la inteligencia financiera, blindar puertos y aeropuertos, impulsar cooperación internacional y ofrecer oportunidades sociales que disputen a las mafias su base de reclutamiento.
Ecuador no ganará esta guerra. Su reto es fortalecer las instituciones, cerrar los espacios a la corrupción y demostrar que el Estado puede ser más fuerte que las mafias. La victoria no debe ser únicamente militar: debe ser política, económica y social.