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Ernesto Albán Ricaurte | ¿Es necesario cambiar la Constitución?

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La mayoría de juristas coincide en que el país necesita un rediseño institucional profundo

Sin duda, sí. La Carta de Montecristi, tras más de quince años de vigencia, muestra claros signos de agotamiento: creó organismos que en la práctica resultaron ineficaces, como el CPCCS; generó instituciones con duplicidad de funciones y no logró brindar estabilidad política. La mayoría de juristas coincide en que el país necesita un rediseño institucional profundo. La verdadera discusión no es si hay que cambiarla, sino para qué hacerlo.

Ese ‘para qué’ hoy está lleno de sombras. El presidente no ha explicado qué modelo de Estado propone ni ha señalado si busca un régimen más presidencialista, un parlamentarismo equilibrado o un rediseño que devuelva independencia a la justicia. Tampoco ha dicho qué ocurrirá con los derechos reconocidos en la actual Constitución, que abarcan desde lo social hasta lo ambiental. Y menos aún ha puesto sobre la mesa asuntos esenciales como la representación política, el rol de los organismos de control o el equilibrio entre poderes.

Esa indefinición es peligrosa. Convocar a una Constituyente sin lineamientos mínimos equivale a abrir una caja negra en medio de un conflicto con la Corte Constitucional y en un clima de polarización. El riesgo es evidente: usar la reforma como herramienta de poder y no como un verdadero pacto social. En Ecuador ya lo vivimos. El correísmo convirtió la Constitución de Montecristi en un traje a la medida: debilitó la independencia judicial y concentró el poder en el Ejecutivo. Fue hecha por y para una coyuntura, y esa es la razón de su rápido agotamiento. La próxima Constitución no puede repetir esa debilidad: debe trascender al poder de turno, dar estabilidad a las instituciones y consolidar una verdadera democracia.

El debate no está en la necesidad de cambiar la Constitución, sino en la intención de quienes promueven ese cambio. Si se busca garantizar instituciones sólidas y una justicia independiente, será una oportunidad histórica; si se busca consolidar un poder sin controles, será una trampa.