Ernesto Albán: Guerra mundial no declarada

Lo preocupante es que, por ahora, nadie parece dispuesto a detenerla
El conflicto en Ucrania ya no puede describirse como un enfrentamiento limitado. Aunque los combates se desarrollan en suelo europeo, la participación directa o indirecta de las grandes potencias lo ha convertido en un fenómeno global. Es, en los hechos, una guerra mundial que nadie se atreve a declarar.
Rusia sostiene su ofensiva con ataques masivos a la infraestructura ucraniana, mientras amenaza con el uso de armas nucleares. Europa ha respondido con un rearme sin precedentes: Alemania prevé duplicar su presupuesto militar hacia 2029, Francia combate en alta mar a la ‘flota sombra’ rusa, Polonia ha llegado a derribar drones rusos en su espacio aéreo y la Unión Europea impulsa el plan ReArm Europe, que busca movilizar unos 800 mil millones de euros en defensa. El continente, que se creía en paz desde 1945, vuelve a vivir bajo la sombra de la guerra.
Estados Unidos sigue siendo el sostén principal de Ucrania, pero su compromiso ya no es indiscutible. Las tensiones internas, electorales y fiscales, abren dudas sobre la continuidad de la ayuda. Una retirada dejaría a Europa sola frente a Moscú, debilitando a Kiev y alentando nuevas ofensivas.
Gran Bretaña, aunque fuera de la UE, ha asumido un liderazgo decisivo: envió misiles de largo alcance, drones y entrenamiento especializado, y junto con Francia encabeza la Coalition of the Willing, creada para ofrecer garantías más allá de la OTAN. Su papel refuerza el frente occidental, pero también eleva el riesgo de un choque directo con Rusia.
China se presenta como mediadora, pero sostiene a Moscú con comercio y energía. Corea del Norte provee armas y municiones a cambio de petróleo y tecnología. Bielorrusia funge como retaguardia estratégica de Rusia, prestando su territorio para tropas y misiles.
Según estimaciones de la ONU y del CSIS, la guerra ha dejado más de 14.000 civiles muertos y cerca de 1,3 millones de bajas militares entre ambos bandos. Las cifras revelan la magnitud de un conflicto que, aunque se libra en Europa del Este, tiene implicaciones globales.
El mapa del poder mundial se está reconfigurando. Ucrania es solo el escenario visible de una pugna que definirá el equilibrio global en las próximas décadas. Lo preocupante es que, por ahora, nadie parece dispuesto a detenerla.