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CPCCS catatónico

Avatar del Diana Acosta

Somos un país políticamente inestable, inseguro jurídicamente, con alta tasa de criminalidad y con una profunda crisis de institucionalidad.

Los ecuatorianos vemos atónitos como a diario el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) nos avergüenza generando noticias desagradables; no paran de estar en el ojo del huracán. En lugar de pasar de escándalo en escándalo, deberían comenzar cuanto antes la designación de los titulares de importantes organismos estatales, que, hasta ahora, son manejados por funcionarios encargados o en funciones prorrogadas.

No puede ser que en cargos tan relevantes como el del presidente del Consejo de la Judicatura, Contralor, Superintendente de Bancos y Procurador General del Estado no se haya conseguido perfeccionar sus designaciones.

Nos llama profundamente la atención la inacción del CPCCS, que parece haber entrado en un estado alarmante de inercia, donde todo trámite para nominar autoridades se atasca en un tontómetro sin fin, esperando que de manera providencial le den desde las alturas, el banderazo final para avanzar con ellos. ¿Quién mueve los hilos de este organismo?

Es inconcebible e impresentable que en un país que tiene tantos frentes legales abiertos, tanto nacional como internacionalmente, tenga a su procurador general en funciones prorrogadas, sin que, hasta la fecha el CPCCS haya elegido a su titular de la terna que fue enviada por el presidente de la República, un mes atrás, por lo que resulta urgente proceder con esta designación, pues necesitamos el auspicio de un buen abogado titular del Estado.

Por todo lo anotado, el CPCCS debe salir de ese estado catatónico para retomar de manera urgente sus obligaciones ante la ley y el país. Debe sin más dilación, sacar de ese fango espeso los trámites para la elección de las más altas autoridades nacionales y concluirlos.

Después nos quejamos del elevado riesgo país y de por qué no viene ni el turismo ni la inversión extranjera. Es que desde el exterior nos ven con recelo y cautela. Somos un país políticamente inestable, inseguro jurídicamente, con alta tasa de criminalidad y con una profunda crisis de institucionalidad.