Diana Acosta-Feldman | Quimera palestina

Ningún cambio de estatus, incluida la eventual creación de un Estado palestino, puede hacerse de manera unilateral
Una vez más, la comunidad internacional revive el tema de la creación de un Estado palestino, como si se tratara de una decisión unilateral que bastara con votar en Naciones Unidas para que se materialice; no es así, pues pese a la narrativa de desinformación orquestada desde ciertas naciones, hay acuerdos firmados que no se pueden desconocer.
El Acuerdo de Oslo, firmado en 1993 entre Israel y la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), establece en su marco general que cualquier resolución sobre el estatus final, incluyendo la creación de un Estado palestino, debe ser fruto de negociaciones directas entre las partes, lo cual significa que cualquier intento de la ONU o de otros países de imponer un Estado palestino, unilateralmente, no solo es arbitrario, sino una flagrante violación al Acuerdo de Oslo.
El espíritu de Oslo era claro: ningún cambio de estatus, incluida la eventual creación de un Estado palestino, puede hacerse de manera unilateral, pues esta debe surgir del consenso entre ambas partes. Por ende, ni la ONU, ni la Unión Europea, ni nadie puede decretar mediante votación el nacimiento de un estado, pues en la Resolución 181 de la ONU de 1947, la parte árabe ya rechazó la creación de un Estado palestino.
No se trata de un capricho diplomático, sino de lo que jurídicamente se acordó: que el estatus final depende de negociaciones directas entre Israel y los palestinos, no de votaciones arbitrarias de terceros ajenos al conflicto.
Lamentablemente, la victimización internacional significa un lucrativo negocio para algunos líderes palestinos, que viven como reyes a costa de la guerra, disfrutando de lujos en Doha, Abu Dabi o Dubái.
Es una quimera la creación de un Estado palestino, pues como lo establece el Acuerdo de Oslo, un consenso entre ambas partes no existe, y no existirá mientras la dirigencia palestina alimente una farsa con base en la violación de acuerdos internacionales.
La comunidad internacional debe preocuparse más de la liberación de todos los rehenes israelíes, y no de andar violando acuerdos internacionales.