Diana Acosta-Feldman | Populismo penal mediático
El proceso penal no es un instrumento de presión, ni para montar luchas ficticias contra enemigos escogidos
En un país golpeado por la inseguridad y los discursos encendidos, la presión mediática se ha convertido en populismo penal que a menudo intenta imponerse por encima de la verdad procesal.
Lo que debería resolverse en los tribunales, con evidencias y respeto al debido proceso, algunos pretenden convertirlo en un espectáculo político, mediático y digital.
Muchas veces, una cosa es lo que se relata en los medios y otra lo que el expediente fiscal revela. Gracias a las pericias de la Policía, la Fiscalía y Criminalística se desmontan las afirmaciones con las que se intenta incriminar a ciudadanos con una sentencia mediática.
La narrativa mediática está usualmente reñida con la evidencia técnica y allí se revela con nitidez el riesgo del populismo penal: la tentación de usar el sistema de justicia como plataforma política, fabricando culpables mediáticos para responder a la presión ciudadana y alimentar un discurso de mano dura.
Salvo penosas excepciones, legalmente, los dictámenes abstentivos no constituyen una forma de ‘protección’; son la consecuencia directa de no encontrar pruebas en el proceso para imputar un delito.
Esta estrategia de populismo penal mediático, tan peligrosa como irresponsable, erosiona la institucionalidad de la Fiscalía, viola la presunción de inocencia y coloca a personas en el centro de tormentas mediáticas de las que no siempre es posible salir indemne.
El proceso penal no es un instrumento de presión, ni para montar luchas ficticias contra enemigos escogidos. La justicia exige rigor, honestidad y pruebas, no discursos incendiarios ni movilizaciones promovidas para deslegitimar decisiones técnicas.
Cuando las cámaras se apagan y los discursos se diluyen, lo que queda es el expediente, un espacio donde no llega la demagogia, sino la contundencia de las pruebas.
En tiempos de polarización conviene recordar que un Estado de derecho se defiende precisamente con la verdad procesal, no con la conveniente ni con la mediática.
Como sostiene Claus Roxin, “La verdad procesal se construye con pruebas, no con discursos”.