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Diana Acosta-Feldman | Organización de Naciones desUnidas

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La ONU ya no es el faro que alguna vez pretendió ser. Lo ocurrido en la reciente Asamblea General fue una muestra evidente

La Organización de las Naciones Unidas nació con una promesa: garantizar la paz, defender los derechos humanos y procurar un espacio de diálogo para evitar que la humanidad repitiera las tragedias del siglo XX. Esa promesa se forjó con la memoria aún viva del Holocausto, esa masacre sistemática de más de seis millones de judíos a manos del nazismo, y con el compromiso de que nunca más el mundo sería indiferente ante la barbarie.

Ocho décadas después, esa brújula moral parece extraviada: guerras sin freno, resoluciones que se incumplen y un descrédito creciente revelan que la ONU ya no es el faro que alguna vez pretendió ser. Lo ocurrido en la reciente Asamblea General fue una muestra evidente de lo anotado. Este evento lució como la entrega de discursos protocolarios sin siquiera tener la obligatoriedad de escucharlos, lo que refleja su profunda crisis y la contundente prueba de que es una ‘Organización de Naciones desUnidas’.

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, subió al podio para responder a las calumnias y con firmeza recordó lo que muchos parecen haber olvidado: la masacre del 7 de octubre de 2023. Denunció el antisemitismo estructural de la ONU y el doble rasero de una institución que, según dijo, ha aprobado más resoluciones contra Israel que contra todos los países del mundo juntos: “Hasta que la ONU deje de señalar solo al Estado judío, seguirá siendo una farsa despreciable”.

Desde la misma tribuna, el presidente Donald Trump calificó a la ONU de “experimento fallido”, acusándola de ineficaz y afirmando que reconocer al Estado palestino sería “un premio demasiado grande para los terroristas de Hamás”.

Coincido, la ONU perdió su rumbo. No es solo la inacción ante las guerras como la de Ucrania, sino la incapacidad de ejercer autoridad cuando la violencia, la impunidad y el odio marcan la agenda de ciertos países miembros.

Mientras la ONU no recupere su independencia y capacidad de acción, seguirá siendo una institución sin norte, en un mundo que está perdiendo su brújula moral, para llevarnos cada vez más cerca del abismo.