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Jaime Izurieta Varea: La experiencia del diseño

El buen diseño hoy piensa en la calidad de los momentos que vamos a pasar en él, y en las memorias que vamos a crear

Recién graduado de la universidad como arquitecto, mi familia decidió abrir una librería en la ciudad de Quito. Durante la fase de planificación, tuve la oportunidad de participar en un curso de diseño de librerías en la Feria del Libro de Buenos Aires. Jamás imaginé que sería mi puerta de entrada a una de las áreas del diseño más prometedoras de esta década.

El instructor era Miguel Sal, un argentino cosmopolita, diseñador de las librerías Waterstones y Feltrinelli en Milán y Singapur. Un erudito del interiorismo comercial, con cada detalle nos invitaba a incorporar en nuestro léxico de diseño las sensaciones que los usuarios tienen cuando experimentan los espacios que construimos.

En la facultad, la libertad de crear solo estaba limitada por nuestra capacidad de comunicar ideas, gráfica y verbalmente. Sal, en cambio, nos invitaba a romper paradigmas, pensando cómo se va a mover el usuario en nuestro espacio, a qué velocidad, qué va a ver, dónde va a hacer pausas, y con qué se va a encontrar en cada una de ellas.

Hoy conocemos esa práctica como diseño experiencial, y lo basamos no en un concepto abstracto sino en una planificación concreta de las sensaciones que el usuario experimentará en el espacio.

El buen diseño hoy piensa en la calidad de los momentos que vamos a pasar en él, y en las memorias que vamos a crear. Desde lobbies de edificios residenciales a centros comerciales, cines y hoteles, el espacio interior desata sentimientos y despierta recuerdos.

Cada vez que entramos en una cafetería y olemos el delicioso aroma del café, o en una modesta dulcería donde se elabora melcocha fresca, estamos ante un caso de diseño experiencial.

Hace unos meses, mientras recopilaba material para mi último libro, me topé con la noticia de que Miguel Sal había fallecido hace algunos años. Una enciclopedia de diseño, que con el momento trascendental en que compartió su conocimiento con nosotros, dejó un legado inmenso.

La librería Rayuela, que diseñé hace 18 años sin imaginar que esos conceptos los seguiría aplicando en mi trabajo décadas después, es parte de ese legado.