Jaime Izurieta: Las ideas urbanas
Las ciudades necesitan experimentación, espacios flexibles y empresarios con capacidad de reacción
Hace casi cuarenta años, Plinio Apuleyo Mendoza junto a Mario y Álvaro Vargas Llosa crearon una descripción descarnada del “perfecto idiota latinoamericano”, un personaje pintoresco, cuya mentalidad de pobreza ha guiado los destinos de nuestros países desde su independencia.
La creencia en el Estado como benefactor, empresario o educador, ha inspirado a gobiernos tanto de izquierda como de derecha. Las malas ideas han determinado la imposibilidad de salir de la pobreza, a pesar de avances, casi siempre traídos por tecnologías creadas fuera e importadas.
Errores y fracasos conocidos, como las tiendas de Enprovit en nuestro país, los salarios mínimos incompatibles con la productividad o los controles de arriendos en varios otros, hoy son propuestas ganadoras en los centros urbanos más productivos del mundo, como Nueva York o Seattle.
Las malas ideas, reñidas con la realidad y el sentido común, pero presentadas con palabras bonitas, amplias sonrisas e historias desgarradoras que conectan emocionalmente con los votantes son tremendamente atractivas y populares.
Stephen Johnson en ‘Las buenas ideas: Una historia natural de la innovación’, y Matt Ridley en ‘El optimista racional’, reflexionan sobre la naturaleza de las ideas y sobre los frutos de implementar aquellas que son buenas y conducen a la prosperidad.
La lección más importante que dejan es que las soluciones emergen en el ámbito privado, de manera orgánica, gradual pero consistente, caótica pero segura. Nunca por intervencionismo, ni mucho menos gracias a grandes y visionarios planes.
Las ciudades ecuatorianas existen precariamente en un mar de leyes pensadas para urbes que ya crecieron y necesitan conservar lo logrado. En espacios en crecimiento, como lo son nuestras aún adolescentes ciudades, esas políticas obstaculizan el crecimiento orgánico.
Las ciudades necesitan experimentación, espacios flexibles y empresarios con capacidad de reacción. El crecimiento es doloroso, pero solo llega en libertad. ¿Tendremos en el siguiente ciclo electoral la visión para rechazar las malas ideas atractivamente empacadas?