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El verdadero costo de la contaminación de los océanos por desechos plásticos

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La expedición Tara Europa... ha pasado los dos últimos años investigando cómo llegan estas sustancias peligrosas a los mares

El problema de la contaminación marítima causada por desechos se hizo evidente en la década de 1970. En el medio siglo transcurrido se ha extendido cada vez más, como demuestran las expediciones científicas llevadas a cabo por la Fundación Tara Ocean (de la que soy director ejecutivo). Los desechos de gran tamaño, como redes de pesca, y sus efectos desastrosos en la vida marina son el síntoma más visible. Se estima que estos desechos matan cada año a más de un millón de aves marinas y a más de 100.000 mamíferos marinos (por enredo o asfixia), y favorecen el transporte de especies invasivas, provocando un efecto cascada en los ecosistemas en que desempeñan un papel central. 

Menos visibles pero más omnipresentes son los microplásticos, que se han encontrado en las fosas oceánicas más profundas y en todo tipo de vida marina. Los microplásticos, entre otras cosas, pueden modificar las comunidades bacterianas y virales, y dispersar toxinas químicas en las cadenas alimentarias (tras ser ingeridas por organismos marinos). 

Algunas de estas toxinas, como los ftalatos, están asociadas con la química de los plásticos, mientras que otras, como pesticidas y metales pesados, son absorbidas por el plástico antes de que llegue al océano e ingrese en la cadena alimentaria. En la mayoría de casos monómeros libres, aditivos y NIAS quedan atrapados en la maraña de cadenas de polímeros, en lugar de estar químicamente unidos a ellos, y es más probable que se filtren durante la producción, uso y eliminación del plástico, pasando a líquidos, gases y sólidos. 

Se han identificado 16.000 moléculas de este tipo, pero aún no se conocen del todo sus efectos ni su toxicidad, que puede variar en función de cómo se combinen. Una cuarta parte de ellas suponen peligro para la salud humana o el medio ambiente al alterar los procesos bioquímicos de los organismos vivos. Detener el flujo de microplásticos y contaminantes tóxicos en las masas de agua del mundo es una tarea de Sísifo. 

No obstante, los científicos intentan frenar el problema. La generación de residuos y desechos tóxicos no es la única forma en que el plástico puede dañar la salud de los océanos. La industria del plástico ha sido uno de los principales impulsores del cambio climático, responsable de alrededor del 3,4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Como el plástico degrada toda la biósfera, no se trata de un problema de residuos que pueda resolverse con esfuerzos de reciclaje de ciudadanos preocupados por la sostenibilidad. 

Es una crisis sistémica que requiere una solución a nivel de toda la economía. La investigación sugiere que sería económicamente factible reducir a la mitad la producción global de plástico a un costo que sería inferior al costo de la inacción. Pero, según un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley, ni esta reducción bastaría para limitar el calentamiento global a 1,5° Celsius por encima de los niveles preindustriales; requeriría una reducción de 75% en la producción de plástico en comparación con 2015, cuando se adoptó el acuerdo. 

Abordar esta crisis mundial con la urgencia necesaria requerirá movilizar inversión y respaldo para reducir la producción de plásticos de un solo uso, aumentar la vida útil de los objetos de plástico mediante regulación, y promover la reutilización y reparabilidad. Aunque es tentador recurrir a soluciones de corto plazo, como sustituir los envases de plástico por papel, cartón, aluminio, acero y vidrio, el objetivo no debe ser simplemente mitigar los síntomas de la dolencia subyacente. Ignorar o negar la realidad económica de la actual emergencia ecológica sería cerrar los ojos ante la estrecha dependencia de las actividades humanas de un medio ambiente estable y favorable.