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Anne Bouverot: La voz de la razón del Vaticano sobre la IA

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La Iglesia tiene capacidad para promover que la IA sea un motor de inclusión

Con la IA desorientándonos, muchos se preguntan qué lugar ocupará la humanidad en una revolución tecnológica que ya está en marcha. Las sociedades se dividen, los modelos económicos flaquean y los políticos se muestran inseguros. Sin embargo, una voz singular se alza: la del Vaticano.

Acabo de regresar de Roma, donde participé en los Diálogos Minerva, encuentros entre teólogos, pensadores y líderes tecnológicos, en especial de Silicon Valley. Durante casi una década, la Santa Sede ha impulsado un diálogo coherente sobre la IA, fomentando una reflexión profunda sobre un tema que a menudo genera posiciones extremas.

Al igual que con el cambio climático, el difunto Papa Francisco promovió este debate y defendió situar al ser humano en el centro de los avances tecnológicos, lema que orientó sus mensajes, incluso ante los jefes de Estado del G7. Nos invitó a reflexionar críticamente sobre la IA, advirtiendo sus riesgos, pero también sus beneficios para la sociedad.

Su sucesor, el papa León XIV, ha reafirmado esa perspectiva. El nombre que eligió evoca a León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum (1891), texto fundacional de la doctrina social de la Iglesia, surgida ante las convulsiones de la era industrial. León XIV ve un claro paralelismo entre aquel contexto y los desafíos actuales de la IA, y ha pedido una respuesta ética y estructural ante esta tecnología.

En su tiempo, Rerum Novarum buscó equilibrio entre comunismo y capitalismo: reconoció la propiedad privada, condenó la concentración de la riqueza, alentó los sindicatos y subrayó el papel del Estado en la protección social. Ese documento marcó un punto de inflexión: la Iglesia pasó de replegarse ante la modernidad a articular su propia doctrina social, que inspiró leyes laborales, la protección del descanso dominical y el surgimiento de la Democracia Cristiana en la posguerra.

Hoy, la IA plantea preguntas similares sobre el trabajo, la desigualdad y la condición humana. ¿Qué significa la dignidad del trabajo en la era digital? La revolución no se centra ya en la producción física, sino en el trabajo intelectual. ¿Reducirá la tecnología los salarios de la clase media? ¿Amenazará el sentido y la creatividad humana, convirtiéndonos en servidores de las máquinas? La cuestión esencial es si la IA puede diseñarse para complementar el trabajo humano en lugar de reemplazarlo.

Surgen también nuevos dilemas: las aplicaciones que simulan conversaciones con los muertos, los efectos en el aprendizaje infantil o la marginación lingüística de miles de idiomas que quedan fuera del entrenamiento de los modelos.

Matemático de formación, León XIV no es ni tecnófobo ni tecnófilo. Aboga por un enfoque basado en el discernimiento: comprender antes de juzgar, y humanizar el debate en lugar de polarizarlo. Al igual que León XIII, busca asegurar que la revolución tecnológica sirva al bien común.

La intervención del Vaticano puede parecer inesperada, pero es legítima. Con cerca de mil millones de fieles y una red mundial de más de 200.000 instituciones educativas y 100.000 sanitarias, la Iglesia tiene capacidad para promover que la IA sea un motor de inclusión. Su mensaje es claro: la tecnología debe servir a las personas, no al revés.

La responsabilidad ética no puede dejarse solo a gobiernos o corporaciones. Crear una IA justa y sostenible requiere unir voces diversas, en el espíritu de los Diálogos Minerva, porque este desafío nos concierne a todos, creyentes o no.

La era de los algoritmos reaviva viejas preguntas sobre el lugar del ser humano en los sistemas que crea. Las respuestas, todavía, dependen de nosotros.