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La opción menos mala para Afganistán

Es improbable que se alcance una estabilidad y seguridad básicas sin la cooperación de los países vecinos y de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad’.

Tras la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en Nueva York, se pidió a la ONU que desempeñe un papel externo en Afganistán. Los talibanes están buscando ansiosamente legitimidad internacional y las potencias globales y regionales deberían dársela, pero solo cuando cumplan ciertas condiciones políticas y humanitarias, en línea con las últimas declaraciones oficiales y las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU acerca de ese país. La ONU está bien posicionada para facilitar este proceso. Durante las últimas cuatro décadas de guerra prácticamente ininterrumpida en Afganistán, fue un actor que siempre estuvo presente. Miles de miembros de la ONU corrieron riesgos extraordinarios para paliar el sufrimiento humano y, a fines de la década de 1990, facilitaron las negociaciones entre los talibanes y sus rivales. Dado el casi inexistente nivel de influencia de Occidente sobre el grupo, la ONU debe reanudar su papel central en la promoción de la reconciliación, la entrega de ayuda humanitaria y el fomento del desarrollo.

Para estas funciones se necesitarán estructuras, personal y recursos adicionales. Su papel debería ampliarse en al menos cinco áreas clave. Primero, el apoyo al llamado reciente del Consejo de Seguridad a realizar “un proceso de reconciliación nacional liderado por los propios afganos. La ONU debe ofrecer sus buenos oficios a todas las partes en conflicto. Puede servir como asesor imparcial y experimentado en las gestiones que apuntan a formar un gobierno más diverso y representativo de una mayor base social Segundo, para evitar una crisis humanitaria la ONU debería facilitar los consensos y la participación constructiva entre los talibanes, los líderes globales, las potencias regionales y los donantes. Es improbable que se alcance una estabilidad y seguridad básicas sin la cooperación de los países vecinos y de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Tercero, el mandato de la ONU debe incluir un monitoreo y reporte regular al Consejo de Seguridad sobre problemas críticos de derechos humanos. Para que el gobierno de Afganistán reciba el reconocimiento y la ayuda internacionales que se supone que desea, los talibanes deberán cumplir con un conjunto de condiciones políticas y humanitarias aceptadas internacionalmente. Cuarto, la ONU puede ayudar a coordinar apoyo médico, ayuda alimentaria y otras donaciones. Por último, la ONU tiene un rol crucial en la organización de ayuda internacional para el desarrollo, que será clave para el futuro de Afganistán. El objetivo de esta ayuda debe ser mantener constante la prestación de servicios públicos básicos, como la atención de salud, la educación y la generación de energía. Puesto que es probable que se reduzca la ayuda bilateral, la ONU podía servir de entidad de control principal y canal de asistencia internacional a través de fondos de fideicomiso de emergencia. Los talibanes saben que el país que controlan hoy es muy diferente del que gobernaron hasta 2001. Con un poco de aliento de la ONU, tal vez se pueda persuadir a los talibanes a colaborar con una nueva generación de afganos con formación para embarcarse en un camino de desarrollo que aleje al país de la violencia brutal, la corrupción explotadora y la carestía generalizada. En el corto plazo, un enfoque así representa la opción menos mala para la comunidad internacional y, sobre todo, para el pueblo afgano.