El momento Covid-19 de China

Avatar del Columna Internacional

'Aun cuando el virus se contenga, asoman las crecientes rivalidades geopolíticas, las disrupción tecnológica, el cambio climático y la posibilidad de nuevas pandemias'.

El pasado octubre el Informe Global de Seguridad Sanitaria de 2019 incluyó una advertencia clara: “La seguridad sanitaria nacional es esencialmente débil en todo el mundo. Ningún país está plenamente preparado para las epidemias o las pandemias, y todos los países tienen deficiencias importantes que resolver”. Hace un par de meses surgió un nuevo coronavirus en Wuhan, China y rápidamente demostró la precisión de la evaluación del informe. 

El Covid-19 está causando serios problemas económicos pues se interrumpen las cadenas de suministro y se suspenden los servicios. Es probable que la economía de Japón, ya bajo presión, se contraiga aún más. En Corea del Sur, un eje clave de las cadenas de suministro globales, Samsung Electronics ha suspendido operaciones en la planta de teléfonos inteligentes en Gumi después de que una prueba confirmara que un empleado estaba infectado. Luego de que Apple advirtiera que sus ganancias trimestrales se verán afectadas por una producción desacelerada del iPhone y cierre de tiendas Apple en China, los inversores globales están nerviosos. 

En EE. UU., el S&P 500 cayó casi 3 % en el arranque de operaciones el 24 de febrero. Como el brote sigue escalando, el daño global será aún más profundo. La repentina reducción en la producción y servicios está provocando un giro en patrones de consumo y operaciones comerciales en China hacia el comercio electrónico y teletrabajo, lo que se empieza a replicar en otros países. 

Los efectos económicos, entre ellos los cambios en la demanda de viajes, servicios de turismo y productos de lujo en China, resonarán a nivel global en los próximos meses. Pero el efecto mayor de la cuarentena es en la dinámica social china. Una cantidad sin precedentes de chinos, hasta la mitad de la población, han quedado atrapados, puertas adentro, durante más de un mes, con tiempo para reflexionar sobre las consecuencias de la enfermedad para la vida, la familia y la sociedad. 

Por más difícil que haya sido la cuarentena, han contado con sus gobiernos para el suministro de electricidad, agua y servicios online de manera confiable. Aún cuando el gobierno también depositó gran parte de la crítica en redes sociales por sus tempranos intentos por suprimir información crítica. Pero desde entonces ha permitido un debate y comentarios más abiertos. La crisis del Covid-19 también ha sacudido la creencia de que la prosperidad económica puede compensar el bienestar social. 

La muerte en hogares de un hijo único termina con todo el linaje generacional, algo sin precedentes en la historia familiar china. El frenesí de los medios globales, algunos teñidos de xenofobia alimentada por el coronavirus, podría reforzar los impulsos de autorreflexión y autofortalecimiento de China, particularmente a la hora de solucionar cuestiones vinculadas a la salud pública, la seguridad social y la gobernanza. 

El Covid-19 ya ha derivado en un rápido control de los daños domésticos y en una enorme reorientación de las prioridades, como maneras innovadoras de lidiar con los flujos de caja comerciales, la supervivencia de las pequeñas y medianas empresas, las alteraciones laborales y el restablecimiento de las cadenas de suministro clave. 

Pero aun cuando el virus se contenga, asoman las crecientes rivalidades geopolíticas, la disrupción tecnológica, el cambio climático y la posibilidad de nuevas pandemias. El gobierno de China debería estar trabajando en reformas de largo plazo que fortalezcan la resiliencia en educación, atención médica, la red de seguridad social y mecanismos de retroalimentación internos. Lo mismo es válido en todo el mundo.