Ecuador, bello país, bella gente

"Mi hija Sofía vuelve a España con acento quiteño, y mi mujer Virginia y yo, guapuleños. Así, sucede que llegamos españoles y nos marchamos ecuatorianos de corazón"
Los Embajadores somos ‘huairapamuscas’ a los que los vientos de un nuevo destino ponen fin a nuestra misión. Cuando ha llegado el momento de despedirme de Ecuador y de mis muchos amigos, si me piden resumir lo que es este querido país hermano, diría que “Ecuador es un bello país de una bella gente”.
He disfrutado cada minuto de mi misión, y compartido los anhelos y preocupaciones de los ecuatorianos. Mi hija Sofía vuelve a España con acento quiteño, y mi mujer Virginia y yo, guapuleños. Así, sucede que llegamos españoles y nos marchamos ecuatorianos de corazón.
En la mente nos llevamos los majestuosos paisajes de los Andes, de la Amazonía, de la Costa y de las Islas Encantadas, las Galápagos, que con asombro descubrió Fray Tomás de Berlanga en 1535. En el corazón nos llevamos a tantos amigos de Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato, Riobamba, Manta, Loja, Ibarra, Tena y un sinfín de lugares donde nos han acogido con cariño y cercanía.
En estos años nuestros dos países han trabajado intensamente en viajes a España del presidente de la República y de numerosos ministros, visitas de diversas autoridades españolas, y celebramos unas Consultas bilaterales y una Comisión Mixta de Cooperación. Firmamos el Marco de Asociación País 2019-2022 y dos importantes tratados internacionales sobre cooperación judicial y policial, además de un convenio entre nuestras Academias Diplomáticas. Inauguramos una Plaza y un Paseo de España en Guayaquil, y un monumento a Santiago Apóstol, patrono común de España y de Santiago de Guayaquil. Otras iniciativas fueron las Ferias Estudiar en España, el concurso de literatura infantil Yo Cuento, además de conciertos, exposiciones y otras muchas actividades culturales. También organizamos jornadas empresariales a las que asistieron empresarios y ministros, e inauguramos numerosos proyectos de cooperación a lo largo y ancho del país.
Sostengo que españoles y ecuatorianos antes de pronunciar palabra ya nos hemos entendido, y este es el gran secreto de nuestras intensas relaciones. Pero es que además existen factores adicionales que propician esta especial relación: el señorío natural de los ecuatorianos, su hospitalidad y su generosidad. Son cualidades admirables que han hecho especialmente satisfactorio servir a España en Ecuador. Pero como decía un gran maestro de la diplomacia española, mi padre, un buen embajador no solo sirve a su país, sino que también acaba trabajando por el bien y prosperidad del país que lo recibe. Así he procurado hacerlo en estos casi cuatro años de misión en Ecuador, y recordando las palabras de San Pablo, no reservarme nada. No obstante, el mérito no es mío sino de los ecuatorianos, que lo han propiciado.
Cuando en breve emprenderé el chaquiñán de mi regreso a España, quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecer la ayuda de todos cuantos me han auxiliado en mi misión y pedirles que sigan su buena y cercana amistad con España. En estos años hemos hecho mucho juntos, pero aún nos queda mucho más por hacer. En este empeño, Ecuador y los ecuatorianos podrán seguir contando conmigo, con mi trabajo y con mi amistad.