Economía global: la buena suerte no dura para siempre
Ni la economía global ni los mercados están preparados para una ruptura prolongada y creciente de las relaciones económicas y transfronterizas.
Por ser diciembre, me siento inclinado a repasar los acontecimientos económicos y financieros del año que pasó, para ayudar a funcionarios e inversores a anticipar lo que puede suceder en 2020. Este año culmina en forma bastante positiva, sobre todo en comparación con la misma época del año pasado. Hay esperanzas de una recuperación global del crecimiento, menguaron las tensiones comerciales, y los bancos centrales reafirmaron que mantendrán tipos de interés muy reducidos y seguirán proveyendo liquidez en abundancia. La volatilidad financiera está contenida, y hay expectativas razonables de buenos rendimientos para los inversores en una variedad de clases de activos.
Pero aunque sería tentador quedarnos con las condiciones financieras y macroeconómicas actuales, eso supone el riesgo de no ver un elemento central del panorama futuro. Muchos países enfrentan incertidumbres estructurales que pueden tener amplias consecuencias sistémicas para los mercados y la economía global. Mientras la arquitectura de la eurozona no esté completa, el riesgo permanente de inestabilidad subsistirá. Y en los años venideros, EE.UU. decidirá si continúa su desconexión del resto del mundo, proceso que contradice con su posición histórica en el centro de la economía global.
O pensemos en el proceso de desarrollo de China; con una economía global que actúa antes como lastre que como ayuda al crecimiento, puede verse confrontada a la realidad de que exageró sus fuerzas. Esta volatilidad oscurece el panorama económico, financiero, institucional, político y social de otros países. Las incertidumbres macroeconómicas y geopolíticas actuales amplificarán las impulsadas por las disrupciones tecnológicas, el cambio climático y la demografía. Y plantearán dudas sobre el funcionamiento y la resiliencia de la economía global y los mercados. Si hay algo para lo que ni la economía global ni los mercados están preparados es una ruptura prolongada y creciente de las relaciones económicas y financieras transfronterizas. Pero se puede prevenir mediante la implementación sostenida de políticas que promuevan un crecimiento más sólido e inclusivo, restauren una estabilidad financiera genuina e introduzcan un sistema de comercio internacional, inversiones y coordinación de políticas más justo y más creíble. Mas al empezar 2020, los políticos tienen un margen favorable para introducir las medidas necesarias para prolongar el panorama positivo a corto plazo hacia el mediano y largo plazo.
El temor a una recesión global disminuyó, las condiciones financieras son ultralaxas y hubo una desescalada de las tensiones comerciales entre China y EE.UU. Pero estas auspiciosas circunstancias no durarán para siempre. Por desgracia, a EE.UU. le aguarda un año electoral tenso y divisivo. Alemania, Italia y España están en medio de difíciles transiciones políticas. La UE se enfrenta al brexit y otras divisiones regionales. Y el gobierno de China está tratando de consolidar el poder frente a un crecimiento más lento y la persistencia de protestas en Hong Kong. El mayor riesgo es que en los próximos cinco años, las condiciones de la economía global y de los mercados deban deteriorarse hasta niveles más cercanos al de una crisis antes de que los sistemas políticos nacionales, regionales y multilaterales organicen una respuesta adecuada.