Desmond Lachman: El fin del privilegio exorbitante de los Estados Unidos

El dólar se ha depreciado más de un 10 % desde principios de 2025
Siendo ministro de Finanzas de Francia en los años sesenta, el expresidente Valéry Giscard d’Estaing denunció el “privilegio exorbitante2 que otorgaba a Estados Unidos la posición del dólar como principal moneda de reserva mundial. Esta situación permitía a EE. UU. endeudarse barato, sostener grandes déficits comerciales y financiar su presupuesto emitiendo dinero. Giscard nunca habría imaginado que EE. UU. estaría dispuesto a perder esas ventajas.
Desde su regreso a la Casa Blanca en enero, el presidente Donald Trump ha provocado una sistemática pérdida de fe en el dólar, tanto en los mercados financieros como entre gobiernos y bancos centrales. Ha llevado las finanzas públicas a una senda aún más insostenible que la que ya existía al asumir el cargo. Al inicio de su segundo mandato, Trump heredó un déficit del 6,2 % del PIB con casi pleno empleo y una deuda pública cercana al 100 % del PIB.
Pero lejos de ordenar las cuentas, él y sus aliados aprobaron una “ley grande y hermosa” de impuestos y gastos que, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, sumará unos 3,4 billones de dólares al déficit en los próximos diez años. La deuda pública estadounidense va camino de superar, en 2030, el nivel posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero con un perfil demográfico y económico mucho menos favorable.
A diferencia del período de posguerra, hoy no se puede confiar en el crecimiento para reducir la carga. No es extraño que agencias como Moody’s hayan rebajado la calificación crediticia de EE. UU. Otra preocupación es el aparente desinterés de Trump en controlar la inflación, que ya supera el objetivo del 2 % de la Reserva Federal, y podría aumentar más por los agresivos aranceles impuestos a productos extranjeros (que han alcanzado niveles inéditos en un siglo).
A pesar de ello, Trump presiona a la Fed para que baje los tipos de interés entre uno y dos puntos, y ha insinuado querer reemplazar al actual presidente de la Fed, Jerome Powell, cuyo mandato termina en 2026. A esto se suma la incertidumbre que Trump genera sobre el cumplimiento de las obligaciones financieras del país. Los primeros borradores de su plan fiscal incluían un “impuesto de venganza” de hasta el 20 % a tenedores extranjeros de activos estadounidenses, vinculados a países con políticas fiscales consideradas ‘injustas’.
Además, asesores de Trump han propuesto obligar a bancos centrales extranjeros a convertir sus tenencias de deuda en bonos a 100 años sin cupón, como parte del propuesto Acuerdo de Mar-a-Lago. Junto con su desprecio por el Estado de derecho, no sorprende que los mercados desconfíen de EE. UU. Desde principios de 2025, el dólar ha perdido más de un 10 %, su peor desempeño semestral desde 1973, a pesar de los aranceles y del mayor diferencial de tasas de interés, factores que normalmente lo fortalecerían. La creciente desconfianza también se refleja en la subida de más del 25 % del oro en seis meses, y en el rendimiento elevado de los bonos del Tesoro a diez años, que no ha bajado pese a la fuerte inestabilidad bursátil.
El mensaje es claro: los mercados rechazan la política económica de Trump. A diferencia de los políticos, no se puede presionar a los mercados ni derrotarlos en primarias. Si Trump sigue ignorando sus advertencias, EE. UU. podría afrontar una crisis del dólar y del mercado de bonos antes de las elecciones de medio término. Los días en que el mundo permitía a EE. UU. vivir por encima de sus posibilidades están llegando a su fin.